La vida: instrucciones de Google

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Nuevo movimiento en la guerra fría que se viene produciendo entre las empresas Google y Spotify: ésta, en su afán por arrebatar parte del nicho de mercado del gigante, se propone introducir en su plataforma de escuchas musicales vídeos, de modo que quien se encuentre en Spotify ahí quede durante el tiempo que se precise: no marchen a darle visitas/tiempo/dinero a Youtube (Google), quédense aquí que se está tanto mejor como poco, parecen decirnos, en tono paternal, a los millones de usuarios, los cuales vienen creciendo exponencialmente de un tiempo a esta parte en ambos lares. Duelo al Sol con causa los escuchantes de músicas diversas.

No deja, por tanto, de ser atrevida la apuesta de Spotify, pues enfrentarse a Google es casi equivalente a enfrentarse a la mayoría de dominios de internet, o en resumidas cuentas, la mayoría que usted y yo usamos. Es decir, y por continuar con el símil anterior, como si entre los contendientes citados entre el polvo desértico, uno de ellos dispusiera de cientos de compinches ocultos y armados hasta los dientes; el otro, por su parte, valiente idiota, con el revólver por desenfundar, seis balas al cinto como único auxilio.david-goliat

Pero poniendo un aparte a esta lucha que a los simples mortales tanto nos da, centrémonos en la función de los susodichos enfrentados. Como en bastantes de las ocasiones en que me dejo caer por estos pagos, dándole a la tecla, estoy utilizando Spotify; por otro lado, y aunque cada vez menos frecuente, podría acudir al amigo Google para resolver algún conflicto en cuanto a la utilización del lenguaje: alguna expresión añeja que pueda traer al improbable lector, algún problema de tipo técnico, palabros cuya extrañeza precisa de la revisión pertinente. Pues bien, con toda seguridad algo similar se podría decir acerca de quien esto lea: todos utilizamos el principal proveedor de búsquedas en provecho propio, adecuándolas a las necesidades de cada instante.

En cualquier caso, qué más da lo que se haga, la cuestión es qué se hace (hacen) con ello, entiéndase con las visitas. Mientras buscamos a través de cualquiera de sus tentáculos, Google registra quiénes somos, cuáles son nuestros intereses por extraños que estos sean ‒pornografía ídem‒, más si cabe al airearlos a los cuatro vientos mediante comparticiones en redes sociales o bien del abandonado correo electrónico, todo depende de lo vetusto que se sea. Ahora bien, y he aquí el quid de lo expuesto, cuanto más estúpidas y caducas sean las actividades realizadas, tanto mejor: lo que se prefiere aquí no es la lectura de un amplio artículo de opinión o el repaso a la trayectoria de tal grupo sino todo lo contrario: visitas continuas y perecederas que dejen mínimos recuerdos por acumulación, estímulos permanentes que, como si de comida basura se tratara, sean absorbidos con ansiedad, generando una adicción difícilmente extirpable.

Todo queda, pues, registrado a fin de limitar el mundo de cada cual a las estupideces vacías de contenido de las que, mira tú por dónde, no pocos familiares y amigos son buenos conocedores, retroalimentando a su vez los unos a los otros, de manera que el mandamiento de Jesucristo se está cumpliendo; eso sí, en lugar de amor lo que se dispensa es basura virtual. Le damos a Google, en definitiva, las instrucciones de uso de nuestra vida, que empiezan sospechosamente a convertirse en lugar común: primero fueron los centros de las grandes ciudades, todos grandes escaparates idénticos con la respectiva sucursal de la multinacional de turno; ahora son las mentes. Por consiguiente, la guerra entre Google y Spotify no es lo importante, pues este será absorbido por aquel en el gran holding financiero en que terminará por convertir la red; lo fundamental es si cuando esto ocurra habremos o no entregado en su totalidad nuestras señas de identidad.

1 comentario en “La vida: instrucciones de Google”

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