«Vivir»: Kamasi Washington cierra en Cartagena su gira europea

¡Dos baterías sobre el escenario! Una disposición que promete Intensidad. Esa noción es, quizás, el Santo Grial de los aficionados a la música en directo, no digamos ya si hablamos de jazz. Kamasi Washington dio ayer, en el último concierto de su gira europea, una lección magistral de cómo apurar las posibilidades que ofrece ese concepto. Lucía el nuevo mesías un aspecto un tanto cansado: me da un poco de pena porque, cuando un músico alcanza la categoría que exhibió, no existe el descanso. Lo prueba la gira que inicia la semana próxima por Estados Unidos junto a… ¡atención!, Herbie Hancock.  

En una época donde la mayor parte de la música con amplio respaldo popular es meramente especulativa, el directo de Washington aporta plenitud, fondo y calado, siendo capaz de convocar (casi) todas las realidades paralelas que deberían de estar presentes en el cuerpo de cualquier propuesta jazzística si ésta quiere interesar al público que existe más allá de los iniciados. Soul, funk, espiritualidad, precisión rítmica, melodía, versatilidad, lirismo… Esa mezcla libera una energía muy particular, creando eso que toda buena música debe conseguir: una emoción que genera ondas amplificadoras y penetra por tu piel hasta invadir tu sistema nervioso, logrando que las endorfinas exijan irse de fiesta. No es solo alegría, melancolía o felicidad, es el Todo. ¡Bingo! Estamos vivos, ¡SÍ! ¡Esa es la idea!

Unida a la contundencia de una música que es un río, la conciencia de que, como en raras ocasiones, estás viendo un presente que será el futuro. Washington atesora una banda donde se le unen instrumentistas de la calidad del teclista Brandon Coleman, el bajista Miles Mosley, o el batería Tony Austin, cada uno de los cuales hizo un solo superlativo. Sin lugar a dudas, en los próximos años veremos cómo todos estos músicos se hacen un nombre por sí mismos y despliegan las alas llegando quién sabe dónde, tal y como hicieron en su momento, hace ahora 50 años, los asociados a Miles Davis.

En la parte final del concierto, la banda ataca ‘Fists of Fury’, y la vocalista Patricia Quinn hace de las suyas lo que, en su caso, además de cantar maravillosamente, implica propagar ciertos mensajes. “Nuestra época como víctimas ha pasado. Ya no pediremos justicia. En vez de eso, tomaremos lo que se nos debe”. El juego, amigos, se llama opresión, y cada día nos levantamos respirándolo: sin ir más lejos, esta semana nos caerá un nuevo yugo, esta vez de tres cabezas en vez de una, pero lo más relevante de esta noche ha sido poder aullar ¡Que os follen! Eso sí que es empoderamiento.

6 temas. 90 minutos de show, descrito por su protagonista como el más atractivo de la serie que tuvo a Cartagena como colofón. No tengo medios efectivos para corroborar ese aserto, pero sí sé que, en el caso de coincidir de nuevo en una ciudad donde toque otra vez, empeñaré hasta las pestañas si hace falta con tal de volver a verlo. Creo que no sería el único, dada la respuesta del público, que se resistió a abandonar el auditorio hasta rendirse a la evidencia.

Fotografías de Diego Montana

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