Artículo escrito por RICHARD CRACK III
Seamos claros: digo muchas cosas cuando llevo un par de cervezas, estoy contento y la gente está dispuesta a escuchar mis idioteces. Lo cual me convierte en el listillo medio, al que ahora tildaríamos, haciendo uso de la actual jerga política, de “cuñado”.
Soy un cuñado. Es lo que hay.
Según Santini Rose, yo dije que el rock estaba muerto. Esa frase, que está bastante manida y es un cuñadismo de libro, nace fruto de una conversación nocturna sobre el retorno de Guns N’Roses. Yo justificaba el uso de la sentencia más típica (y fácil) acerca del rock jamás creada para apoyar mi teoría: si lo mejor que le puede pasar al rock es que Guns N’Roses “vuelva”, es que el rock está más muerto que mis antepasados más lejanos.
Cadáver total.
Mr. Rose no está de acuerdo, y tiene un bonito artículo para demostrarlo. El rock no está muerto y los Guns sí, esa es su respuesta. Me gusta el matiz. Sin embargo, vuelvo a lo mismo: el rock puede que sí que esté muy muerto y los Guns N’ Roses puede que también. Hasta Lemmy está muerto, y él lo representaba todo. Pues vale. Lo voy a decir más claro: El rock está muerto y es el único cadáver que me follaría.
Y como yo, mucha gente quiere follarse a ese cadáver. Follárselo a lo bestia, hasta sacarle las entrañas por el orificio elegido. Eso no es nuevo. Siempre habrá bandas buenas, de rock y de casi cualquier cosa. Tenemos mucha historia detrás y muchos modelos que imitar como para no hacerlo. Hoy te puedes hacer un máster en música rock en un par de meses con la información adecuada. Y todas las generaciones van a tener a sus ídolos del rock. Lo siento, pero no. La cosa no va de eso y no demuestra nada.
El retorno de los Guns, y cómo aún sobreviven algunas grandes bandas que deberían de haber dejado su legado en paz hace ya un par de décadas, solo responde a la necesidad que la gente que ama el rock tiene de vivir de la nostalgia de unos momentos que ya no volverán, de unos grupos que envejecen peor que sus fans y que ya no representan el grito de juventud que representaban. Tal vez el rock es ya sólo la pose y las ganas pero poco más. Tal vez es solo negocio. Tal vez ni siquiera sea rock, es otra cosa. Y digo “tal vez” porque guardo muchas esperanzas de estar muy equivocado. Y las guardo en una caja. Bajo mi cama, junto a un calcetín sin pareja.
Pero, ¿qué más da? El rock es sólo rock. ¿Tiene el rock la responsabilidad de estar vivo?
¿Tiene el rock la responsabilidad de darnos más de lo que ya nos da o más de lo que ya nos dio? No, en absoluto. Vivo o muerto cambió las cosas para siempre y es lícito pensar que seguirá haciéndolo, cuando en realidad no lo va a hacer. Porque ya no puede, porque va camino de convertirse en música antigua; y en mi favorita de todos los tiempos.
En lo que a mí respecta el rock es mi cadáver predilecto. Y por eso quiero que abran su ataúd para enterrarme con él y follármelo hasta reventar. Porque no nos debe ninguna vitalidad, ninguna vida. Porque es un legado enorme que solo podemos aspirar a repetir en sus fórmulas, pero nada más.
Así que el rock está bien muerto y por eso alzo mi voz y grito con ganas: ¡Larga vida a ese bonito cadáver!