Pedimos acreditación, pero por desgracia nadie de la Sala B nos contestó 🙁 . Diego estaba convencido de que nos acreditarían 🙂 . Me insistió para que preguntara en la puerta si estábamos en lista, pero mendigar es excesivo para nosotros :/ . Teníamos ganas de verlos y no nos importa contribuir, así que pagamos y entramos tras haber hecho publicidad gratuita en nuestra web >:( . Los problemas técnicos sonoros se sucedieron. El cantante no se oía, o se oía mucho, o la guitarra solista estaba muy fuerte, o Jesús sabe qué. No obstante Red Beard hace una música festiva, animada, de poca complejidad y recoge con gran maestría el sonido sureño de ese gran país democrático que es USA. Pero hasta aquí.
Tras tres giras por la península (esta es la cuarta) no se les ha ocurrido ni hablar de las canciones que van a tocar y… ah, ni siquiera hablar entre canción, pero no por discurso, sino por pura nulidad. Los silencios se hacen largos y tras el paso de las canciones descubrimos que Red Beard tiene muy poco que aportar al género. La única autenticidad sale de Jaime Jiménez Feitas (cantante y guitarra rítmica). Su acento, su voz y su guitarra hacen de él un country man de bandera confederada. Sin embargo el resto de músicos nadan en la penumbra, sin tener muy claro el manejo de sus instrumentos en esta música (violinista a parte). Ganas le ponen, pero no es suficiente para poner en valor un estilo al que poco le falta por experimentar. También contaron con un hombre que siempre suma: nuestro orgullo patrio, Santiago Campillo, que nos deleitó con su steel guitar y además una serie de improvisaciones tanto solistas como rítmicas que, no cabe duda, rellenaron de crema las canciones aunque las llevó a un campo más blusero de lo requerido por Red Beard.
Si quieren seguir girando deben mirarse en los vaqueros, por si acaso escribieron mejores arreglos. Ah, vale que The Whistler no es la canción del año, pero una versión así merece un par de azotes, y oiga, que nadie espera una barba como la de The White Buffalo, solo que a la hora de versionar se revise lo decisivo de una canción y que, los diamantes como son la interpretación escalofriante de una voz rota, no se cambien por el arreglo más manido de la música: acortar y retrasar acentos.
Blanco y negro. Un concierto que evidencia una falta de sentido del directo que el LP no puede adolecer. Este último sin embargo es una buena pieza, tanto Vol.I como vol.II. Pero en el viejo oeste las diligencias no esperan, y en el nuevo ni existen. Confiemos en que no se les escape la próxima.
Fotografías de Diego Montana
Yo lamento decir que lo mejor del concierto han sido estas fotos. No se, muy verdes. Pueden mejorar y espero que mejoren porque se les nota un proyecto por el que quieren apostar.