Mi colega Muriel traduce textos médicos. La tía tiene un inglés de puta madre y controla el francés. Traduce textos médicos al castellano. Empezó a currar hace tres o cuatro meses y está harta. Su plan -¿te suena, persona que quieres ganarte la vida juntando letras?- era buscar algo a media jornada que le permitiera sobrevivir y dedicar la tarde a escribir como una hija de puta. Está harta porque trabaja ocho horas y llega a casa reventada y no puede escribir. Mi colega Muriel, harta de su curro de mierda, somnolienta, con más ojeras que yo, se acaba de girar y me acaba de gritar: ¡¡BUAH, DAN GANAS DE VIVIR!!
Tiene razón. Nacho Vegas acaba de proyectar un vídeo en el que Fee Rega y él imitan el anuncio del Sabadell en el que aparecen Luis Rojas Marcos y Estrella Morente diciendo gilipolleces y muchas personas del público han silbado al principio y después se han reído y el vídeo ha terminado con mil datos sobre desahucios y con un mensaje que dice que no te quedes en casa porque los bancos te la pueden quitar y Nacho ha cantado Canción para la PAH y le ha acompañado el Coro Internacional Antifascista Al Altu La Lleva y a la mitad de la canción han subido al escenario miembros de la PAH y han desplegado pancartas en las que aparecen Las 5 de la PAH y la canción ha terminado y Nacho ha levantado el puño y ha gritado ¡SÍ SE PUEDE! y todos hemos gritado ¡SÍ SE PUEDE! y hemos aplaudido con mucha fuerza. Y entonces, Muriel, harta de su curro de mierda, somnolienta, con más ojeras que yo, se gira y grita: ¡¡BUAH, DAN GANAS DE VIVIR!! Y todavía no sabíamos que el concierto había empezado una hora tarde porque Nacho puso el vídeo en la prueba de sonido y alguien de la organización del festival lo vio y se enfadó. Porque esa es otra: el asturiano está tocando en el Palau de la Música dentro del Festival Mil·lleni, organizado por el Banco Sabadell. El cabrón está cagándose en el sistema desde las tripas del sistema.
Entonces Nacho saluda y dice que donará los beneficios del concierto a la PAH. Yo me acuerdo de la entrevista que le hizo Nando Cruz en El Periódico en la que le preguntaba si no era una contradicción apoyar a la PAH y tocar en un festival organizado por un banco que promueve desahucios. Y el cabrón –aquí también vale decir PUTO DIOS- dijo, con un extraño secretismo, que había sopesado los pros y las contras y había decidido tocar. No me jodas, Nacho: trolear a la banca desde uno de los actos que la banca organiza para lavarse la cara. Cómo no va a compensar.
Suena Runrún y yo me parto el ojete porque imagino a un dirigente del Sabadell viendo el concierto y poniendo la cara que puso Jorge Fernández Díaz al ver a Alberto Rodríguez entrar en el Congreso. Y vuelvo a pensar en que Runrún es un himno y en que Phil Ochs dijo que prefería una canción buena segregacionista a una mala anti segregación. Esa es la clave: Nacho Vegas emociona porque sus canciones son la hostia. Sin Runrún, Polvorado o Ciudad vampira, esto estaría siendo insoportable. La banda –Abraham Boba (teclado y acordeón), Edu Baos (guitarra), Manu Molina (batería), Joseba Irazoki (guitarra y banjo) y Luis Rodríguez (bajo)- suena a tipos en traje y gafas de sol que sonríen. El discurso sigue siendo una mezcla deliciosa entre folklore asturiano, trazas noise –flipante cómo en el cuerpo de Joseba Irazoki caben un pastor con txapela y J Mascis- y la tradición de cantautores. Vegas lleva 20 años reivindicando la figura del autor de canciones. Lo hacía en los 90, cuando no molaba nada llevar ese rollo, y lo hace ahora que está empezando a haber consenso sobre su posición de músico más relevante de este país. Sus conciertos siempre han sido emocionantes, pero esto es otra cosa.
Siento escalofríos. Me pongo la cazadora. Vegas dice que va a cantar una canción que va sobre la ausencia de dios y el miedo al compromiso –joder, ¿SE PUEDE MOLAR MÁS?- y suena La gran broma final. Y ahí va otra lección: esta canción también va de política. Todas van de política. Todas. Oscar D’Aniello está sentado a la derecha Muriel y está haciendo una representación para sordos de la canción. Muriel me dijo que se giraría cuando algo le molara mucho, pero está con la boca abierta y no dice nada. Vegas canta Decían que era grande y fuerte nuestro amor/ Y lo era, como las torres gemelas/ allá en Nueva York y yo vuelvo a sentir escalofríos y entiendo que no es por el frío. Un tío hace palmas y yo hago el amago de mirarle mal, pero me doy cuenta de que mola que un tío se ponga hacer palmas y que Vegas lleva mucho tiempo diciéndonos eso: que bailemos, que cantemos, que protestemos. Joder, el tío acaba de cantar si nun hai vinu, cantares y amor, non, esta nun ye la mio revolución. Pues eso. Me trago mis prejuicios de gilipollas que va a demasiados conciertos y sonrío al tío que hace palmas.
Nacho ha creado una atmósfera guapísima. Siento euforia y melancolía y rabia. Ha conseguido llevar a la práctica esa idea que lleva unos años pregonando de la música popular como rito totalmente horizontal de celebración de la vida. Suena ese clásico llamado El hombre que conoció a Michi Panero. Vegas se ríe un poco de sí mismo y se despide. Suelta un ¡Visca la república catalana! y desaparece. Salimos y le pregunto a Muriel si sabe ir a algún sitio para cenar y ella baila de puntillas y canturrea si no hay vino cantares y amooooor…se lo vuelvo a preguntar y ella sigue…esta no es mi revolucióóóóóón.