Fuel Fandango y The Meatpies en el ciclo ‘En el TCM se habla’: «Me duele, me duele, pero me da igual»

Diego empezó instalando placas de pladur con un inválido. El tipo no paraba de fumar porros y esa, siendo la primera experiencia laboral de Diego, le marcó. Recuerda Diego que un día tuvieron que subir por las escaleras a peso unas planchas enormes. Con los brazos al borde de la rotura fibrilar le lloraba que no podía más y el inválido le jaleaba: «ME DUELE, ME DUELE, PERO ME DA IGUAL». Supongo que eso que sabía el inválido es algo que mi generación no ha terminado de comprender. Como le leí a una amiga: la única cura para el dolor es el dolor. Con el dolor se tiene que aprender a convivir, acercarse a él, observarlo, sentir cómo se relaciona con tu cuerpo y tu mente y cómo afecta al ser. Lo que el estado de bienestar y nuestras propias taras nos han enseñado es a alejarlo conforme viene. Por si no fuera suficiente la inestabilidad laboral, su precariedad, la competencia, el carroñerismo, las matrículas impagables, el quinto máster, los sueños inalcanzables… en esto también estamos perdidos y el dolor es precisamente el anillo que los une a todos.

De esto va precisamente Babyrousa, el nuevo disco que The Meatpies medio presentaba el viernes teloneando a Fuel Fandango. Dolor emocional, amores, insomnios, futuro incierto, son temas que se desangran en un disco más maduro que su anterior EP. Quizá, por cómo está hecho, la agonía real del largo no sea fácil de ver, pero si uno presta atención vislumbra que es un caída libre hacia el abismo con ensoñaciones de la mano que te agarre en el último momento [Salvation], con anhelos de un amor temporal que ahora se comprende ficticio [Nicole], con el único deseo de cerrar la ventana, olvidar el mundo y tener que cantarte a ti mismo que merece la pena abrirla una vez más [Lullaby], el retorno de la agonía en forma de voces esquizofrénicas [Voices] y la posible vuelta a la rueda. Pero bueno, a penas tocaron 3 canciones de él. Los zagales estaban más tiesos que la mojama y pasaron sin pena ni gloria, pero no es su culpa, el TCM no ayudó por dos razones: lo que impone un espacio así y el desastre y la desvergüenza de convertir el teatro en un circo, o como ellos han querido venderlo, formato pista de baile. ¿El hastag? #enelTCMsebaila. Muy joven todo.

Llego tarde OTRA VEZ a ver a The Meatpies. Me ha pasado todas las veces que he tenido que escribir de ellos o votarles en un concurso. A ver… la china me dijo que no me vendía alcohol y con la pasivo agresividad de un atracador le dije que me iba a meter lentamente la cerveza en la mochila, le iba a depositar el dinero en el mostrador y nos íbamos a ir. Hizo ademán de negarse pero no pudo. Diego me preguntó que qué me pasaba y simplemente bebimos. Hicieron falta solo dos tragos y el primer guitarrazo de la banda para darnos cuenta de nuestro alcoholismo. Así que entramos corriendo aunque igual desde la puerta lo habríamos disfrutado más –no por ellos–. Desde el primer anfiteatro en la butaca 57 no se es que se vea muy bien, o que se vea, más bien. Así que la violencia se trasladó a un pobre Diego que vio cómo el resto de fotógrafos campaba a sus anchas por el patio de butacas y nosotros, como apestados, en la esquina del anfiteatro, veíamos más altavoces que músicos y escuchábamos más ruido que música. ¿Lo del ruido? Bueno, este se genera cuando un teatro quiere prostituirse quitando butacas y poniendo barras para consumir alcohol. Ocurre que el grupo murciano «de mierda» que ha sido tocado por la varita de la bondad promotora, actúa con el público de la banda principal bebiendo y gritando, y esto en un recinto cerrado crea una pelota insoportable. Me sorprende que no haya ni un solo ingeniero de sonido o un bedel que advierta de estas cosas a la coordinación del TCM. Pero la pela es la pela. Tú, querido contribuyente, eres solo un numerito más de lo que se embolsa el espacio. Suma: dinero público + entradas + alcohol. Pensaba yo antes de ir que no había injusticia con las salas que arriesgan con sus programaciones no subvencionadas, pero ahora sí, porque en pos de un mayor beneficio se consigue empobrecer un espectáculo.

Salimos a la calle. El nivel de ruido en decibelios es más o menos el mismo. Hay una fiesta tributo a Depeche Mode en el bar de enfrente. Nos planteamos ir. Seguramente en un bar de 10m² nos guarden un mejor sitio para hacer la crónica. Volvemos a entrar. Una mujer le pide a Diego una foto haciendo una foto del concierto con el móvil porque lo ha visto por ahí y «mola». Y cuando creíamos que la situación no podía ser peor va y le ofrece trabajo, a precio de costo, eso sí, pero teniendo en cuenta que le han dejado la esquina del anfiteatro para hacer fotos, esto es lo mejor que va a sacar.

Lo de Fuel Fandango es divertido. El primer tema que escuchamos nos chifla. Luego es una sucesión de repeticiones con más botox que solera. En la marmita caben fusión, electrónica y superficialidad. Creo que el concierto se puede resumir gráficamente en la tarima preparada para que Nita taconeara un sin fuste de flamencadas que a un flamenco le haría echarse a llorar. Fuel Fandango es un espectáculo para guiris que esperan ver mantos de flores y a una tía con una peineta haciendo ruido contra el suelo. Dijeron que habían actuado ante 15 personas en Ítaca en su primera visita a Murcia. Me habría gustado verlos haciendo música que no buscara el sold out.

Ayer le regalé una rosa roja a una chica. A penas tendría 17 años y un criterio musical no desarrollado, pero al igual que los cazurros de sus amigos «sabía» que el flamenco no, la electrónica medio medio y el trap sí, aunque no era capaz de nombrar a ningún grupo. Le regalé la rosa en un intento de hacer simpáticos mis comentarios petulantes sobre la amplitud musical. Se notaba que quería pensar, pero estaba anulada por una masa de imbéciles. –Salgo del TCM–.

¡Tú, que enloqueces sin placer!
Haz frente al dolor
Ámalo
Ábrete
Búscalo, búscalo
En ti, en ti
En ti todo se halla

Bondate. (Bosco)

Se me viene a la cabeza esta canción de Bosco. El dolor sigue ahí y yo estoy dando vueltas en un recreo más que en una búsqueda. Los círculos viciosos se concatenan entre carbonos, hidrógenos y algunas risas huecas. Estoy allí, pero vengo aquí inconsciente. En el duelo se piensa más en lo muerto que en lo vivo y el dolor es vida al fin. Cuando hablo en voz alta la voz baja pierde sentido. Busca el preciosismo y la justificación del discurso; la dulzura y la rabia del teatro. Cuando uno mira al escenario y habla para sí mismo deja de escucharlo todo. El resto es ruido donde nada se busca y nada se halla.

Fotografías de Diego Montana

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