Carrie Palmer
Amante de la música, devota de la estética de la cultura pop. Saganiana, melómana, bailarina y mitómana.
Todavía es de día en el Barrio del Carmen. Adoro esta zona de Murcia, es lo más ecléctico que conozco en esta ciudad. Sus viviendas se han ido imprimiendo durante la última década en un vergel de culturas muy disparatado que convive con la casposa actitud de los nietos e hijos de la guerra civil, los que luchaban por una hectárea más en la huerta. El miedo y la esencia residen aquí.
Parece que no es tarde para volver a escribir un poco. Estoy escuchando, escogido al azar de la zona de discos “negros”, un disco de Was (Not Was) y la portada del LP me ha exaltado las pupilas. Me he tenido que poner ante tal estimulación visual. Además la gata de Manolo me mira desde hace un rato pensando: “otro día que no escribes, perra”.
El caso es que no me ha quedado otra, siendo la subdirectora en funciones de esta revista, <<<Creo que voy a ceder mi puesto a Santini porque está todavía más loco que yo. Aunque la verdad es que tras la fiesta de presentación, nos hemos quedado sin dinero para mantener su sueldo de súper estrella y así tendría más acciones>>> debo empezar a mover el culo y las ideas. Hace más de doce meses que no escribo, menos de un año, ¿sí? ¿Qué importa? Si hiciera una encuesta en Facebook, el 90% de mis seguidores ni lo recordarían. En el mundo de la súper información eres lo que eres ahora, la vida y los recuerdos se olvidan como el trending topic de la semana pasada. A no ser que sea muy bueno, entonces tardamos un poco más.
Siendo positiva este descanso de conciertos, anotaciones en el móvil y organización de una revista sin redactores en uso, me ha servido para escuchar muchos discos y me he renovado. El periodismo musical acabó siendo para mí una farsa. Cuando comencé a escribir sobre música ni me dí cuenta, era algo necesario. Así ocurren las cosas importantes. Tras años el sarao se convirtió en algo más social que pasional, y lo más aburrido vs coñazo del mundo.
Creo que fue una noche en el piso de un por entonces amigo, que escuché con atención el “Losing My Edge” de LCD Soundsystem. Entonces nuevo cambio- ahora me voy a dejar llevar dónde quiera que me quiera llevar la música, y anduve, y anduve por los distintos estilos que se fueron presentando- sufrí la segunda transición de mi vida tras la adolescencia; una nueva venida, y bajé el lápiz porque con él en la mano, nunca sería certera.
Pero basta ya de decir que no escribo. ¡Lo estoy haciendo!, ¿sí? ¿Bien? Hablar de música puede ser lo más aburrido del mundo cuando es una empresa. Hablar de música de forma crítica puede ser suicida. Dos riesgos asumibles, el segundo más que el primero. Pero hablar de forma crítica también se puede resultar soporífero. Si hablas mal de un grupo, follón absurdo. Si hablas mal de una sala pues ya no eres bienvenido, entonces paseas por el Carmen y escuchas vinilos en tu casa. Y un día se te aparece el mismísimo James Murphy y te dice que lo que conocías como rock & roll forma parte del pasado, y que no volverá, pero que como tú lo sabes, eres mejor que el resto.
He conocido a muchos críticos musicales que eran bastante gilipollas y que probablemente sigan siéndolo. También he conocido a grandes profesionales y melómanos que sigo admirando y consultando. No todos eran iguales, en los últimos años una nueva raza de periodistas musicales emergió, bajo el poder de una fuerza sobrenatural física, auditiva y económica que les hacía poder cubrir todos los conciertos y festivales de nuestro país. Su juicio era nuestra luz, estaremos eternamente agradecidos a todas esas crónicas montadas en veinte minutos para seguir tomando jagger. Yo fui uno de ellos, por eso lo sé. También sigo siendo como ellos porque de algunos todavía puedo oler su pasión cuando están ante lo sobrenatural, cuando la música te absorbe, ¡tienes que gritarlo! ¡Joder he sentido esto y vosotros tenéis que sentirlo también!
En el periodismo musical todos somos visionarios egocéntricos y el sumun del ser humano es montar una secta. Cuidado que hay blogs que son pequeñas capillas indies a la que acuden fieles que están siendo informados por absolutos idiotas. Pero no pasa nada, también es divertido y entretenido, como Sálvame y Belén Esteban lo son. Luego está Piso 28 o lo que es lo mismo, una casa de putas sin amo, aunque Javi lo intenta y lo hace bien, parece que somos más libres. Y eso me gusta.
Hay que seguir transmitiendo o estarán “los otros”, y “los otros” son los más malos, embusteros y manipuladores del mundo, creo que es el principio por el que alguna vez me he tomado en serio esto del periodismo. Lo primero que haré será escribir hasta que me duelan las yemas de los dedos y entrevistar a Los Pepsicolos porque es la última banda honesta que he visto, pero eso será en la próxima edición. Mientras seguiré escuchando discos en el barrio del Carmen, creo que por aquí hay mucho “losing my edge” y hasta grupos que salen en The Guardian. Lo más ecléctico de Murcia.
El mundo digital se tomó el periodismo desde hace muchos años. Pero cada día la tecnología avanza y estamos a las puertas de una revolución periodística nunca antes vista.