Explícale tú a la gente que va a llenar la plaza de toros cuando venga Izal. Explícale ¿el qué? A esa gente no se le puede explicar nada. Porque no van a entender nada. No entenderán que un grupo toque en un local viejo ante sus colegas. Y no entenderán que no hacen música fácil de escuchar, ni radio fórmulas. Y que lo hacen para divertirse ellos mismos sin pensar en qué pensará el puto público que no, no es soberano. El local es nada más y nada menos que El Congreso. Un antiquísimo antro que está detrás del río en el barrio del Carmen. El grupo que presenta disco, Los Alambres. El grupo telonero, Listas Futuristas.
La tarde noche del roscón siempre da para mucho juego. Después de escuchar con atención el show radiofónico de la cuadrilla de Tímpanos y Luciérnagas y su “Especial fanzines en casa Chiribiri”, cojo el coche e intento aparcar.
Bien. Aparcar por la zona que pasa una cabalgata de reyes es más difícil que no engordar en navidad. Más difícil que encontrarle sentido a alguna de las palabras que consigue juntar Álvaro Ojeda. Valiente imbécil. Pero es que conforme más vueltas daba por el infante más me calentaba. Menos mal que iba escuchando un especial de Punk de El Sótano de Diego R. J. quien consiguió aplacarme el sentir.
El Congreso es un sitio sacado de otra época o de otra parte de España o de otro país o algún tipo de entrada en una dimensión del pasado. Entre los sofás, los flecos plateados, las lucecitas eléctricas tenues y el forraje de madera, parece un local de los ochenta. O eso me comentan, porque yo crecí en los noventa. Empezando por su puerta, a la que da miedo empujar por si se te queda en la mano. Dentro se puede fumar. La niebla es perenne y estando solo cinco minutos la ropa queda impregnada con su sello. Con el camarero, al que llaman el Estanis, no pude alternar, ni intercambiar opiniones, ni pedirle un refrigerio, ya que por costumbre mi billetera de marca falsa suele contener apenas unos pocos céntimos. Pero el buen hombre parece un buen personaje.
Tras la peripecia de entrar, me pongo delante, ya que hay mucha gente. Empiezan con su show-concierto-jam-improvisación el dúo Listas Futuristas. Puro drone, pero no drone doom metal de ese, digo drone ambiental del de verdad. Del de una canción monocorde de media hora. En un teclado hay una zagala efectuando una especie de ritmo. Bueno, una sucesión de secuencias. En el suelo hay otra zagala que tiene una guitarra en el suelo y la hace hablar con unos micros y pedales. Literal. Le pasa diferentes micrófonos en movimientos sucesivos para sacar unas atmósferas que te hacen levitar. No en vano, hay uno a mi lado que ha cerrado los ojos. Otro no termina de dar crédito ante semejante muro de sonido y distorsiones, y mira las reacciones del público. Oscuridad y ambiente ruidosos.
Llevan los móviles a su lado y de vez en cuando leen algo de un papel, por lo que me figuro que no estará todo improvisado, sino que seguirán patrones consensuados entre ambas.
Me acuerdo de un video en el que un artista audiovisual pone a unos pajarillos a tocar guitarras y sale algo parecido.
El cambio de equipo se hace complicado por la estrechez del bar. Y Los Alambres empiezan con una intro instrumental. Como con una especie de improvisación en la que cada uno va a su bola, pero acaban confluyendo (que gran palabra la confluencia) en una tonada a dos voces.
En la alambrada de este cuarteto hay una retahíla de cosas. Hay ruido. Pero hay garaje. Y psicodelia pop. Los Alambres son inmediatez, pero sensata y calibrada. Es como si no hubiesen terminado de hacer la canción aun, y dijeran, venga que esto está casi.
La agonía de las voces de El Pardo y el desdén frío de Ariadna de Los Punsetes unidos en una puta banda. Y ya cuando cantan ambos a la vez son la rehostia. Cantan todos menos el batería y el teclado.
El trabajo que presentaban en directo, ‘Señales de humo’, está editado por un sello madrileño, Discos Walden. Son 9 cortes para menear el bullate.
“La Mala Prensa” empieza con punteo genial, casi atropellado, pero de efectividad tremenda.
Aunque no es del nuevo disco. “Buskers” es garagera como ella sola. Rasgeos llorones, coros dicharacheros y ritmos efectivos.
Cuentan con el plus de los teclados de Cherry, pero a pesar de encontrarnos en un sitio tan poco propicio para dar conciertos suenen bien. Se escuchan todos los instrumentos. El sonido del concierto en El Congreso es un sello. Es absolutamente único, y seguramente influyó en esta crónica, que no tendrá que ver con el sonido del de una sala corriente.
-“Nos hemos equivocado, pero no os habéis dado cuenta” dice el guitarra y cantante. Bueno un poco sí tío. Pero eso es lo que mola. Ver personas tocar. No robots, acho. Gente con pasión que da el fuá en sus bolos, no gente apática. Desde luego no se puede decir que estos tipos no les pongan corazón a esto. Porque por el glamur, la fama y el dinero ya os digo yo que no es.
Explícame tú a mí y a Los Alambres lo que es el underground. Porque no sé si puedes. Porque no sé si lo entenderíamos.