«Rit-tum ti ri tití tara taum». Soy tan estúpido que he venido a este concierto por esa melodía. Es llamativa. También es llamativo cómo ISEO usa su estación de loop para ir sumándole sonidicos, ruidicos, guitarricas. Esa canción, Last Night, tiene algo magnético. Y a penas evoluciona. Esa canción que tarareo apenas tiene un estilo. Tiene una rítmica tan guapa que no me hace siquiera interesarme por qué está diciendo. Algo dentro de mí dice que ojalá, pero que no va a ser muy interesante aunque sí divertido, y eso me vale. Soy tan estúpido que voy a pagar mis 10€ y los 10€ de Montana por escuchar un «Rit-tum ti ri tití tara taum» esperando que todo eso que he medio visto por YouTube sea un malentendido. Ella dice que nos cobra 5000€ por respondernos a tres preguntas que no paran de hacerle en las sucesivas y similares entrevistas que le hacen. Así pues, como somos pobres y ni siquiera estamos acreditados, en vez de formularlas vamos a responderlas.
¿Por qué Iseo?
Tristán bebió una pócima de amor que le hizo caer enamorado de la princesa Isolda (Iseo) y traicionar así a su señor, quien le hubo encargado llevarla a su reino para contraer nupcias. Iseo, nuestra Isolda, al igual que Tristán, bebió algo, no sabemos muy bien qué, pero esa historia, estas historias de amor irracional, ese amor de pastiche provocadas por la ingesta de un maléfico mejunje, parecen haber calado en una mujer que sonríe y gesticula de la forma más histriónica y plástica que haya visto en mucho tiempo. Al igual que a los enamorados, creer ciegamente, mirar ciegamente, nubla inevitablemente el sentido de la realidad exterior. Ha gritado algo así como «¡Lo estamos pasando teta!» y miles de interludios coreografiados con expresión tensa, acento pijo y una falsedad que me hace pensar si cree que somos estúpidos. No creo que sea ella –ojalá ésta no sea ella–, parece más la consecuencia de un nerviosismo que, dadas sus virtudes manifiestas (voz, sentido del ritmo, componer canciones sumamente pegadizas), debería trabajar quizá con silencio hasta que se le pase el pavo.
¿Por qué el inglés?
Muchas bandas se formulan esta pregunta aunque su pulsión natural sea hacerlo «en el idioma de Shakespeare» –como dicen los periodistas petulantes cuando no encuentran sinónimos–. La cuestión es que hay formas de decidir si es más rentable el inglés o el español. La de Iseo puede ser preguntar alocadamente al público…: «¿¿¿Queréeeis que cante una canción en español??? ¡¡Uuu!! (grito de que el capitán del equipo de fútbol te ha pedido llevarte al baile), ¿si o noooo? Venga… Una pista, ¡hay que besarse!». Sigue aireando su creencia de que somos tontos tan violentamente que cada vez estoy más cerca de la pared del fondo de la sala. Desde la última fila puedo ver cómo se marca un Bésame mucho que abandona la originalidad y encuentra la efectividad del reggae. No está nada mal, oiga. Luego se canta otra en francés que también acompaña de un texto: «Bueeeno, aunque no os vais a enterar de nada». De acuerdo, yo no sé francés, Montana tampoco, pero sabemos que los gabachos además de beber vino y comer queso tienen por costumbre mover la boca para articular un idioma que no es el español y que hemos aprendido optativamente en el instituto. Si bien es cierto que entre el público poca gente hay con educación franquista, ese comentario merece que como mínimo se le corra el rimmel. Antes o después –no lo recuerdo– le dedica una canción solo a las mujeres, The Wolf, en la que saca aún más la Amy Winehouse que lleva dentro. A los hombres nos da a entender que aunque no podamos evitar ser unos machirulos, deberíamos (ya que estamos ahí) no interponernos en el camino del feminismo –debe ser que en Pamplona todos los hombres sacan a las mujeres a pasear con la correa…–. En esta ocasión no les dice a las muchachas que la canción está inglés y que no la van a entender. Fuese como fuere, confío en que alguna de esas mujeres tuviera al menos un B1 y pudiera llegarle el mensaje.
¿Cuáles son tus influencias?
Imagino a Iseo cuando era Leire Villanueva, haciendo todo el día ruidicos con la boca, como ese «Rit-tum ti ri tití tara taum» con sus padres hasta las narices comprándole piruletas para que tuviera la boca ocupada y no canturreara. Por su azogue y las declinaciones de su voz tiene toda la pinta de haber flipado toda su vida con la música, no callarse ni bajo el agua incluso sin la consciencia de haber consumido música. Me refiero a ese «Rit-tum ti ri tití tara taum» porque además de en Last Night (canción que da título a su segundo EP) lo usa en otros temas. Hay quien dice que repetir es cutre. Yo no lo tengo tan claro. He llegado a escuchar discos con pequeños fraseos calcados del tema nº2 al nº7 y funcionan tan bien como diferentes se vuelven en cada una de las canciones. Leire Villanueva comenta en una entrevista que no habla de influencias porque al final no sabemos qué nos influye y qué no. Opino lo mismico. Aunque el peligro de esa relajación estilística puede desembocar en una ausencia de personalidad.
Leire tiene una constante de ese nuevo soul y una rítmica medio reggae medio funk que subyace en todas sus composiciones, pero es tan delgada, tan frágil y está tan en manos de «Toño» (bajo) que el tizne de otro estilo la hace desaparecer. Tanto es así que llevo un buen rato con la mano en la frente mientras El Cubano(que viene de fumarse un porro) me dice que este concierto no tiene sentido, que es música de radio y que ni siquiera puede bailarla. Después de un tema con cariz de rock sureño, Charlie Moreno (teclado) divaga con unos ‘sintes’ de corte ambiental. El cubano vuelve a hablar para decir: «¿¿Ves?? ¿¿Esto qué sentido tiene?? Que por mí este rollo psicodélico de puta madre. Yo me pasaría así la noche, un concierto entero de esto… (Cambian de canción) HOSTIA, STONER, ¡QUÉ GUAPO! ¡ESTO SÍ!». Mientras El Cubano grita, le digo que no se emocione, porque en seguida va a cambiar de estil… El Cubano me interrumpe con un grito de desesperación. Después de eso nos dedicamos a apostar con qué estilo joderán la siguiente canción.
Conforme pasa el concierto me pregunto si la contestación de Leire no es más que una huida. Sigo leyendo la entrevista y en otra pregunta sobre su nuevo disco dice que sigue buscando su sonido. Me imagino que por ahí van los tiros. La música de Iseo no es mala, se puede pagar una vez por verla; dos no. Su público, que es el público menos exigente que he visto desde el SOS 4.8, doblaría el dinero de la entrada. Leire en sus conciertos seguiría explicando a los ignotos que no trae canciones grabadas, que está creando las canciones en riguroso directo con su estación de loops, -brujería de la buena-. No pasa nada, que explique lo que quiera, habrá gente que no lo sepa, pero que el resto del público no tenga la sensación de que le están descubriendo el fuego.
Lo que yo esperaba cuando cogí la bici e hice 8 km a toda hostia para venir a verla era algo de sinceridad. No la hubo, y en estas manifestaciones tan amateurs (ni virtuosismo ni excelencia, digamos), si restamos la ‘verdad’ nos quedamos en la ‘nada’, en un vacío, no en un odio. Esta Isolda se olvidó la poción para sus Tristantes.
Fotos: Diego Montana