Human Performance: vivir en un disco de Parquet Courts

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Me molaría vivir en un disco de Parquet Courts. Estoy en Ronda de Levante. En una mano llevo mi currículum. En la otra, mi orgullo. Los dos pesan lo mismo. Son las doce de un día de finales de abril. En Murcia. Ya sabes: personas arrastrándose por el suelo y alargando la mano en busca de una gota de agua, chicharras afónicas, ropa de ancianas esparcida por el suelo, niños desesperados que miran al cielo e imploran algo que no sea puro fuego…ese rollo. Yo estoy esperando el 36. Voy a dejar mi currículum en La Verdad. Cynthia, que curra allí, me dijo que se lo enviase por mail y que ella lo llevaba a Recursos Humanos. Le dije que no. Que tenía que ir yo. Personarme allí, como dice mi viejo. El caso es que estoy pensando que me molaría vivir en un disco de Parquet Courts. Me gustaría vivir en un mundo en el que siempre venciese lo divertido. A pesar de las cosas asquerosas, las paranoias, los policías y los bolsillos pelados. Tirar toda la mierda a la basura y terminar el día moviendo el bullate. Vivir en un disco de Parquet Courts supondría no dramatizar, no recrearnos en nuestra mierda, apretar los dientes y empujar como hijos de puta. Vivir en un disco de Parquet Courts, en defnitiva, sería todo lo contrario a vivir en uno de Morrissey. Y molaría un capazo.

Llega el 36 y lo recibo como a un mesías y el conductor abre la puerta y me dice que no me vuelva a arrodillar cuando pase un autobús, porque igual me deja parapléjico. Me disculpo y le digo: Este va a La Verdad, ¿no? Me mira con su cara de conductor de autobús –cara de estar enfadado con el mundo, quiero decir- y me dice que cómo voy tan perdido, que lo tengo que coger en la acera de enfrente. Pues sí,  ¿cómo voy tan perdido?

El quinto disco de Parquet Courts se llama Human Performance. Después de aquella broma llamada Monastic living, esta es su segunda referencia editada por Rough Trade. Un sello grande, porque Parquet Courts ya juegan en Primera. Andrew Savage, cantante, guitarrista y cabeza (más) pensante de la banda, dice que el álbum “trata la idea de la actuación, no en el sentido en que las bandas actúan, sino sobre cómo todos actuamos. Tratamos la relación entre actuación y autenticidad y si esos conceptos son excluyentes: ¿Puede una actuación ser una expresión auténtica? ¿Cuánto tiempo de nuestra vida gastamos en actuar?”. Lo más guapo es que, cuando Savage está al borde de convertirse en el líder de una banda de intelectuales soporíferos, dice: “Espero que este sea el disco favorito de, al menos, una persona. Quiero que la gente sienta algo. En el disco hay muchas emociones, espero que quien lo escuche sienta al menos una”. Entonces respiras aliviado, porque entiendes que Parquet Courts siguen siendo Parquet Courts: la banda de punks neoyorquinos con raíces tejanas que toca canciones-que-parecen-ensayos-de-tres-minutos-sobre-postmodernidad-pero-son-canciones-sobre-estar-vivo-en-el-siglo-XXI.

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Acaba de llegar el 36. Human Performance es Parquet Courts para todos los públicos. Las canciones están más pulidas que nunca, las melodías brillan más…es como si Savage saliera del estudio y gritase: ¡MIRA, SI NO TE GUSTA PARQUET COURTS CON ESTE DISCO, NO TE VA A GUSTAR NUNCA! Lo guapo es que conservan sus virtudes: base rítmica del copón, Savage cantando como si se fuera a ahogar en las canciones rápidas, la calma tensa de las lentas, sonido Nueva York, menos-es-más, inteligencia, punk, diversión-por-encima-de-intelectualización, post punk, himnos de hoy (a-co-jo-nan-te Human Performance) y unas letras para recitar cada domingo a las 12. Qué letras, señora. Acaba de llegar el 36. El conductor no está enfadado con el mundo. Te lo juro, es simpático. Hasta me dice dónde me tengo que bajar.

Decía que menudas letras. Para raparte los laterales de la cabeza y colocarte una dilatación en cada oreja y embutirte unos guantes de látex y comprarte el set de tatuador y grabártelas en la piel. La idea de cuestionar TODO recorre el álbum. Consciente de lo manido que puede resultar este hilo conductor, Savage se coloca frente al espejo y se cuestiona…a sí mismo. En Paraphrased canta: Sometimes my thoughts are infrequent explosions/ Sometimes I drop definition from my words/ Sometimes my speech recalls moments of violence/ Sometimes I can’t be repetead/ I can’t be paraphrased. Esa forma de alargar el IIIIII resulta emocionante cuando te das cuenta de que el tío está siendo honesto. Está hurgando en la herida: no está jugando a analizarse a sí mismo, está clavando las agujas donde duele. Llego a Guadalupe. Me bajo en la Ford. Esto parece el escenario de una peli de Sergio Leone. Veo el edificio de La Verdad a 200 metros.

Hacia el final del disco, Savage vuelve al tema, pero desde un estado de ánimo diferente. En Pathos Prairie, canta: I commit crimes and I call them mistakes/ Nothing denies like a heart in doubt/ This I know: people flow like streams where I bathe/ Then, drift alone to a foreign place/ The past like a servant that bends for our sake/ Into the lines we tell it to trace. Ha sacado conclusions. Y tira hacia adelante. Sin dramatizar, coño. Llego a La Verdad y el guardia de seguridad abre la venta de su garita y me pregunta qué quiero. Le digo que vengo a entregar mi currículum. Se produce este diálogo:

-Bien, pues tienes que firmar aquí y aquí –dice, como si le hubiera pedido matrimonio.

-Pero que solo es entrar y dejar el currículum…

-Ya, pero tienes que firmar estos dos documentos. Son de protección de datos.

-Vale.

Los firmo. El tío grapa los documentos con mi currículum y lo coloca en la cima de una pila de currículums con archivos sobre protección de datos. Y ya está. Pues nada, ya he dejado el currículum, me digo. Meto la mano en el bolsillo y veo que no tengo pasta para el bus. Madre mía, raro será que no me caiga un Nobel en los próximos cinco años. Así que aquí me tienes: caminando desde Monteagudo hasta Murcia a las dos de la tarde. Otra cosa guapa de Human Performance es cómo Parquet Courts siguen reivindicando que son de Nueva York. El rollo va de que a estas alturas de la película, con internet, ubicuidad, y demás rollos postmodernos, es necesario anclar las canciones –las emociones– en un lugar muy concreto para que no se diluyan, para seguir formando comunidad y pertenecer a algo. De eso va One man, no city, por ejemplo. Ahí tienes a Austin Brown cantando I find building blocks filled with nothin’ / Seen an ink blot page and I said nothin´/Outside? I’ll check it out…it’s just a mirror/ “Look back now!” An empty page/ Yet I maintain, I still reamin, one man solitary and no city. Y entonces la ciudad se convierte en un estado de ánimo y, en medio de una avenida gigante y desierta, tú gritas: ¡¡COÑO, ESO ES!!

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Y llega el final del disco. La canción se llama It’s gonna happen. Es una especie de epílogo cantado desde el limbo. Se oye un I´M NOT AN IMPOSTER, I´M NOT AN IMPOSTER que me pone la piel de gallina. Al final…se podía: actuar y ser auténtico. Parquet Courts  siguen yendo por EL camino. Pocas bandas representan tantas cosas guapas al mismo tiempo. Algunas –cuatro, cinco, no más- están a su nivel en cuanto a bandas actuales QUE IMPORTAN. Ninguna les supera. Nadie es más inteligente, nervioso y emocionante que ellos.

Llego a la Circular. Una mujer me observa por el rabillo del ojo y se agarra el bolso. Imagina la cara de zombi que llevo. Llego a casa y bebo agua y sonrío. Me doy cuenta de que no es que molase vivir en un disco de Parquet Courts, es que vivo en un disco de Parquet Courts. Todos vivimos en un disco de Parquet Courts. Quiero decir: es posible divertirse como un cabrón y ser (un poco) menos cínico y tener algo de fe en algunas cosas. Con esta música, sí.

Te lo digo yo.

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