Anticrónica del WARM (sábado): la balada de Johnny Burma

Dice Johnny Burma que si conozco su historia. Me pasa el litro de Estrella. Echo un trago. La birra está ardiendo. Pienso que Estrella Levante haría una gran aportación a la humanidad –otra más, quiero decir– si creara una edición especial de su brebaje. Tengo el nombre: Sopa Estrella. No es el mejor del mundo, lo sé, tengo que darle vueltas, pero me vale para imaginar la etiqueta. Es amarilla y aparece un joven. Se parece sospechosamente a Dani Aquino. Hace pesas y sonríe. A su lado, un litro de Sopa Estrella. Sopa Estrella es un premio a los que perseveran, los que beben más allá de la hora de madrugar. Contiene fideos repletos de nutrientes: vitaminas, fibras, minerales. Una pasada. Sopa Estrella. Me hace gracia. Lo balbuceo: Sopa Estrella… Johnny Burma gira el cuello y dice ¿Qué dices? Y yo no digo nada y sigo mirando por la ventanilla del Seat Córdoba verde oliva y Johnny Burma dice: Te preguntaba si sabes algo de mi historia. Entonces veo la escena desde fuera y entiendo que es necesario dar un paso adelante. Chasqueo y digo: ¿Cómo coño voy a saber algo de tu historia, Johnny Burma, si nos acabamos de conocer? Bajo el cristal de la ventanilla y escupo, pensando en el toque efectista. Ahí es cuando me flipo. Siempre me pasa: hago un regate de más y pierdo la pelota, ¿cuándo aprenderé a reconocer ese momento? La saliva se me atranca en el bigote y se abalanza sobre mi camiseta. Ahora soy un borracho retrasado. Johnny Burma se ríe.

Esto empezó hace demasiadas horas.

11:30. Llego a la plaza del Romea pensando en la inteligencia de la gente de Producciones Baltimore. Primer fin de semana del penúltimo mes del año en que Murcia es la mejor ciudad del mundo: buen tiempo, precios asequibles hasta para bolsillos precarios, personas simpáticas con ganas de hacerla negra. Que levante la mano quien tenga una idea mejor que sacar el festival a la calle. Si no fuera por el persianazo –tengo amigos tan borrachos que solo se han dado cuenta de cómo están las cosas cuando llevaban 15 minutos pidiéndole un quinto a una tela metálica–, las cuentas están muy cerca de resultar Puto Paraíso. Y esta gente lo sabe. El hecho de que cuiden tanto la programación externa a La Fica –para muchos, los mejores conciertos del festival– debe leerse desde esa clave. No seré yo quien defienda la propuesta musical del WARM UP!, pero resulta enternecedor ver cómo algunos se siguen sorprendiendo de que todo esté pensado para sacar billetes. Bandas que han demostrado su solvencia en este tipo de historias, con este tipo de público, y que al mismo tiempo te permiten ofrecer una entrada medianamente barata. ¿En qué momento dijo alguien que el festival iba a traernos a diez metros del río al nuevo Hendrix? El que busque algo alternativo en un festival organizado con esta fórmula hegemónica, no se entera de un pijo.

Y resulta que llegan Ángel y Nacho y empieza el concierto de Cala Vento. Dice Ángel que lo más guapo del dúo ampurdanés es que, siendo muy buenos músicos, destacan por su pasión. Su emocionalidad. Saltamos y nos agitamos con estos himnos de dos colegas que cantan sobre cuando han estado en la mierda y han visto que no queda otra que levantarse y que quedarse llorando es de flojeras y no hemos venido aquí a ser unos flojeras. Esta gente está jugando, dice Nacho, agitando el índice de la mano derecha. Hijos de ese post hardcore que se hace pajas con el pop de toda la vida, no me recuerdan a nadie más que a Superchunk. Frescos, enérgicos, urgentes. Música sobre estar vivo, resumo a mis dos amigos. Asienten al unísono. Yo me quedo pensando en esa frase. La he dicho con una ligereza casi obscena. Sinceros sin ser pajeros, románticos sin ser cursis, intensos sin ser Mr. Wonderful…No es tan fácil. Consigo una cerveza y enfilamos el camino hacia la Catedral. Tocan Los Malinches. Siempre que llego a algo en lo que están metidos los piludos, cruzo los brazos, sonrío y repito mentalmente yaverasyaverás. Hoy no. El técnico de sonido está pensando en la final de Kiev o algo, porque aquí no se oye más que la batería. Intento cerrar los oídos e imaginar, a través de sus gestos, cómo debería estar sonando. No hay manera. Con Los Jíbaros pasa lo mismo, pero entre que tienen peores canciones y menos carisma que Los Malinches y que tengo más hambre que el perro de un ciego, me doy media vuelta.

Johnny Burma es rubio. Melena recogida en una coleta. Tendrá unos 40. El color de su piel dice que lleva desde los 20 echando muchas horas al sol. Cuando ríe, la nariz y los ojos se le apelotonan en la mitad superior de la cara, como para dejar libertad de expresión a una boca en la que caben empanadillas enteras. De las redondas, digo. Los dientes no están demasiado mal. No consigo descifrar el acento. Sudamericano, pero no me preguntes más. Vamos a Los Alcázares. Johnny Burma quiere cazar carabelas portuguesas con un arpón. Lo lleva en el maletero. Me lo ha enseñado antes de subirnos, al poco de conocernos en un banco en la plaza de los patos. Yo he tratado de decirle que quizá un arpón no es lo mejor para cazar medusas, por mucho que esas medusas parezcan putos aliens. Johnny Burma me ha dicho que me dejara de cuentos, que hay que llegar a Los Alcázares antes de las ocho y que si no me quería ir, que no me fuera. A la altura del puerto de La Cadena, me vuelve a preguntar si conozco su historia.

Esta tarde he cruzado Murcia. No me he recreado en la sensación antiheroica que supone ir desde Vistabella hasta El Retal cuando todo Cristo que tiene una camiseta de Izal en el armario hace el recorrido contrario, pero ha sido gracioso. El colectivo straight edge Actitud Positiva ha organizado un evento libre de drogas. Tocan ReclusiveBushwhackSabotaje y Neboas. Autogestión, música minoritaria que sigue sonando peligrosa, las palabras billetes rentabilidad aparcadas en la puerta…tal y como están las cosas, esto es el antiWARM. Sabotaje se suben al escenario y al primer acorde se me hace un nudo en el estómago. Lo fácil sería decir que lo suyo es música para tiempos oscuros, pero en Fuerza Negadora, el disco que acaban de parir, hay una idea mucho más potente: todos los tiempos han sido tiempos oscuros. Eso que decía Harry Crews de que hay belleza, humor, felicidad y éxtasis en el ser humano, pero que somos carnívoros, nos comportamos como asesinos y abusamos de los demás en cuanto podemos. Que está en nuestra naturaleza. Y estoy yo en estas cuando me llama Diego y me dice que está en la puerta de casa y que no tiene llaves y que necesita noséqué.

De vuelta a Vistabella, sigo pensando en lo del antiWARM y en los indignados de Facebook que a estas alturas ya llevarán una docena de chistes –horrorosos, siempre horrorosos– sobre el cartel del festival, su público y su inferioridad moral, espiritual y cultural. Sé que llegaré a La Fica y me encontraré con los Part Time Punks. Siete u ocho listos haciéndose los resignados porque esto es lo único que ofrece Murcia este fin de semana. Y no lo ha sido: Actitud Positiva, Sabotaje (y supongo que el resto de bandas) han puesto las cartas sobre la mesa.

Subo al piso, Diego me pide disculpas un millón de veces y yo solo me enfado cuando veo que estos hijos de puta se han bebido mi birra. Me quito los pantalones para que la escena sea completa, y ahí lo tienes: un bigotudo de 60 kilos en camiseta y calzoncillos, agarrando la puerta de la nevera con una mano, la otra alzada en forma de puño, grita ¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!

Fotografía de Javier Rosa

Y nada, me quedo sin aire, cierro el frigorífico, me pongo los pantalones y voy a La Fica. Llego y están tocando Alt-J y mi colega Joseuve dice Entre unos haciendo stories de Instagram y otros tarareando nanas, voy a ir al coche a por la escopeta. Mi colega me pregunta si voy a tener los cojones de escribir sobre un concierto que he visto diez minutos. Niego con la cabeza. Él parece más tranquilo. Nos reímosy tiramos hacía Viva Suecia. Le digo a Ángel que tengo curiosidad. Quiero saber por qué lo están petando. Nos damos tres canciones. A la mitad de la primera, agarro el fornido antebrazo de mi amigo y le digo que no puedo más. Él, haciendo gala de su título de Amigo Más Comprensivo Del Mundo, asiente y dice que lo entiende. Es recurrente: me provoca crisis existenciales ver a miles de personas al borde del paroxismo por algo que yo no entiendo. Ángel dice que me pasaría lo mismo en un festival de reggaetón. Niego con la cabeza: ahí sí disfrutaría y, más importante en este caso, sabría por qué el resto de gente disfruta.

Voy a mear y pierdo a Ángel y no tengo batería y me veo deambulando por los escenarios, buscando a mis amigos, buscando que pase algo. Cuando me cruzo tres veces con un tío que se parece a Miguel Bañón, entiendo que es momento de largarse. Y vuelvo a Vistabella y justo antes de girar a mi calle, me encuentro a Johnny Burma en la plaza de los patos. Está en el banco del centro. Bebe. Solo. Me grita: ¿Ande vaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas, Ramone? Y yo, que necesito una uña de gato para detectar la materia prima, me acerco. Apuramos ese litro y saca otro de una mochila Nike negra con un parche de los Pogues en el centro. Me cuenta lo de las carabelas portuguesas. Dice que aguantan fuera del agua hasta seis horas y que no vale de nada levantarlas en el agua, porque sus tentáculos, aún separados, pueden provocarte la muerte. Esto lo dice con el índice derecho levantado. Está obsesionado. Dice que hay quien está teorizando sobre el apocalipsis y que las carabelas tienen algo que ver. Pero fijo, tío, repite.

Y aquí estamos. 7:35. Circulando por la A-30 en su Seat Córdoba verde oliva. Johnny Burma y yo. Así contado, cualquiera podría pensar que este tío lo que quiere es partirme mi tierno culito, pero yo sé que no. Johnny Burma tiene una misión y yo necesito que pase algo. En cierto modo, nos necesitamos. Al menos, hasta que acabemos con esos putos aliens y sea la mañana del día de la Madre. Johnny Burma da el intermitente derecho y sale por la salida Alcázares centro. Bajando la rampa, me vuelve a mirar y dice: ¿Entonces qué, conoces mi historia?

 

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