Havalina + Derrick en 12&medio: “Pillarse un huevo y encender la luz”

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Ante el clásico comentario de es que hay mucha música hoy en día y no sé qué escuchar, por eso escucho lo que los demás o cualquier otra excusa, si hay un grupo al que seguir ese es Havalina; si hay un guitarrista cojonudo ese es su frontman, Manuel Cabezalí; si hay una sala que sepa exprimir y focalizar los decibelios de una banda con potencia esa es la 12&medio. Apuesta segura. El viernes, como cada vez que vienen a Murcia, volvieron a dar un concierto de esos que vas recordando el resto de semanas. El caso es que el concierto del viernes es como el Seis Naciones: cita obligada y de gran relevancia. Las mejores galas y el monóculo puesto.

Como llevaba varios días anunciado, el documental Murcia Supersónica era el otro gran evento del viernes. Repasaba parte de la historia musical murciana. Se llevaba auto promocionando y dándose bombo desde hace un par de años o así. Y como con todo lo que se crean muchas expectativas, al final estuvo bien, pero no fue tanto como creía. El caso es que en este documental se centraron en una serie de sonidos, muy buenos, pero que al fin y al cabo son los que abundan, y de metal progresivo y de stoner no había nada. Básicamente porque hay escasez de apoyo de bandas de estos estilos en la vega del Segura. Y del grunge estaban Noise Box y poco más, y estos son difícilmente etiquetables en esa etiqueta. Eso sí, en la 12&medio, la música que íbamos a presenciar no tenía demasiado que ver con lo visto en el interesante filme.

Tras algunas vicisitudes, llegamos sanos y salvos a Mariano Rojas. El concierto de Derrick, teloneros locales, acaba de empezar. Nos cuesta alcanzar las primeras filas, ya que apunta a ser un casi lleno. Por lo visto han roto uno de los amplificadores y han empezado con retraso. Van a tocar menos temas de los que hubieran querido, pero no se ponen nerviosos y suenan adecuadamente.

El cantante canta muy bien. Tanto que te jode y te da envidia. Esa noche todos quisimos cantar como él. Las guitarras y el bajo, sincronizados, tienen potencia. Les acompañó el teclista de los ya mencionados Noise Box dando toques de distinción y de atmósferas a la propuesta.

Tienen un espectro grande para abarcar. Al quinteto se le presentan unas benditas dudas. Quieren tirar para el lado alternativo y evocar a  sonidos tipo Biffy Clyro, Incubus o  grunge de estadio tipo Pearl Jam, Soundgarden o bien irse por derroteros post-stoner como unos QOTSA refinados. Y entre estos caminos trasiegan. Derrick descargan toda su artillería al final. En la más metalera “Two minutes” impresionan. Y en el desarrollo de la completa y compleja “Protest Song” encandilan. Habrá que darles tiempo a que asienten más su propuesta, que apunta maneras. Veremos.

En el intervalo volvemos a comentar que tienen un directo cojonudo. La memoria, caprichosa y oscilante, nos guarda los directos de los madrileños en la retina. Los putos Havalina. Por algo será. Hoy ya solo queda de los originales Manuel Cabezalí, que ha encontrado compañeros de fatiga, en dos músicos de su altura: Couceiro y Olmedo, y que además tienen nombre de canción de Pixies. Que sacaron a principios del 2015, el quinto disco desde que pasaron al castellano.12696308_10208292015208367_1136373013_o

“Islas De Cemento” (Origami, 2015), su nuevo trabajo, tiene una forma más conceptual basado en la reinterpretación, y el paso a canciones del libro del hermano del guitarrista con quien ya ha colaborado otras veces. Puede que suene a tópico, pero este disco tiene canciones con una vuelta de tuerca. Y por lo visto está basado en improvisaciones. Suenan a su estilo propio, pero como dando unos pasos más allá, si es que se puede. Basan el setlist en presentarlo. Mitad del nuevo, mitad de los anteriores.

En los primeros segundos parece que no se escucha bien, algo falla. 20 segundos de duda. Pero enseguida ya está todo a punto. Una maldita canción de más de 6 minutos nos da la bienvenida. Un desarrollo en cuesta arriba. Un in crescendo perfecto. Una explosión de las cajas torácicas allí presentes. En las pocas interrupciones, su líder es escueto. Comenta que vinieron por última vez a esta sala el 29 enero 2011. Apostillo que volvieron a otra sala el 26 de enero de 2013. Y que es el 29 enero cuando vinieron en 2016. Así que podemos decir que es el mes Havalina.

Si te fijas bien, lo mejor es que cambian algunas cosas respecto al disco. Lo que hace los directos una experiencia única. Pero cambian determinados aspectos dejando el esqueleto intacto. El estruendo se mantiene. Miento, lo mejor de las funciones es cuando juntan las canciones. Concatenaciones pensadas para mantener en vilo la mente del espectador. No sabemos si aplaudir o callar. Flipar ya lo hacemos. Es como si en las nuevas existiese otro tipo de conexión. Ya no solo es el bombo el que va con cada nota de guitarra. Como si hubieran metido un poco más de mano batería y bajista liberando así a Manuel.

Manuel, a partir de ahora Manolico, mientras canta, se enfrasca en conversaciones con seis cuerdas. Seis cuerdas de 4 guitarras. De diferentes afinaciones. Con propósitos dispares. A veces rabia y fuerza. Otras suavidad y otras estridencias. Por momentos hace pasajes chirriantes con los pedales, tipo Tom Morello. Cabezalí toca muy bien la guitarra, tanto que jode y todos quisimos tener sus pezuñicas aunque sea por un rato. Es muy largo y tiene los dedos finísimos y estirados. De manera que tiene que poner los dedos de lado en el mástil. Los que tenemos los dedos tipo morcilla los ponemos paralelamente, para que nos entendamos. También, de vez en cuando da grititos junto algunas notas. Otras grita más rabioso. A veces canta sin tocar la guitarra y el bajo toma el poder con un sonido aterrador. Entre los tres, se miran y se gritan cosas. Al bajo, Jaime Olmedo, ayuda con coros. Y se deja arrebatar por las cadencias que crean. A la batería, Javier Couceiro, canta sin micrófono e intenta no desfondarse a las primeras de cambio, porque sabe lo que viene. Saben lo que tienen entre manos. Aplaudimos un buen rato, porque llevamos unas cuantas seguidas. Las letras, historias y experiencias orgánicas quimicofisicas.

En su música hay luz porque no quedan más opciones. Levantarse sí o sí. La canción infantil susurra: “El dolor más inhumano es pillarse el huevo con la tapa del piano”. Pues los riffs de Havalina, son algo así. Darte una ostia en el estómago y decir. Bueno. No han sido dos ostias. Solo ha sido una.

En los bises, para no romper la tradición, el espigado compositor se va al centro de la sala. No hay que perder las buenas costumbres.

Al salir empieza a llover. El cielo parecía haber escuchado los guitarrazos de Manuel. Una danza de la lluvia de gran efectividad.

Fotografías de Alberto Hernández

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