Dedos pegajosos

sticky_fingers

En 1971 Andy Warhol hizo la portada del Sticky Fingers para los Rolling Stones. En ella se ve el paquete de Mick Jagger en blanco y negro, en una fotografía granulosa. Era el momento en que la Polaroid iba tomando peso en su obra, de hecho el concepto de esta cover tiene mucho que ver con el que desarrolla en las serigrafías de la serie «Ladies and Gentlemen» del 75, uno de cuyos modelos es Jagger.

La portada tenía un punto inquietante, atemporal incluso, hay versiones posteriores que también fueron censuradas, como la del Amorica de Black Crowes, pero hoy no impresiona demasiado una polla enfundada en unos vaqueros, ni siquiera excita mucho aunque Jagger se preparase para la foto, algo obvio.

Pero en la España de 1971, con Franco hecho una momia, la Iglesia tenía aún mucho que decir. Estaba pendiente de todo lo que tocase la cultura popular, tanto que bloqueó la entrada de los cómics Marvel y DC durante más de una década por una razón de peso: no podía haber en el mercado otros tipos con alas que salvasen a la gente, ellos ya tenían los suyos. Los músicos británicos eran un debate muy intenso desde la aparición de los Beatles y la estrategia fue domesticarlos, banalizar la imagen y tolerar una versión soft nacional que puebla las películas de Cine de Barrio. Pero ya lo de una portada así era mucho. Por ahí no pasó. Ni Warhol ni hostias.

La discográfica reaccionó con agilidad y le encargaron al diseñador británico John Pasche una alternativa. Él cogió el disco y fue a la esencia: Sticky fingers, dedos pegajosos, dedos pegajosos… Andy Warhol y sus sopas Campbell… Los Stones… en ese disco van cañonazos como Brown sugar, Dead flowers y Wild horses, sus temas aún cortaban. Bingo: una lata (Warhol) con dedos cortados (Stones) flotando en una especie de melaza densa y pegajosa (sticky).

El resultado es una portada infinitamente más agresiva que la de los vaqueros. Aquella tenía una cremallera real que rayaba las otras portadas de las discotecas, esta no lo necesitaba, resultaba dolorosamente punk antes de que apareciese el punk, algo que debemos agradecer a la eficiente censura española.

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