¿Crítica? a Mal, mal, mal; segundo disco de descartes de Crudo Pimento

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«Mercedes, que te he hecho un arroz con conejo. Mercedes hostia, que ayer volví tarde porque estaba en el bar con los cuñaos. Mercedes…»

Mercedes le decía a la vaca antes de empitonarlo. Mercedes, le decía antes de sonar esto que suena. Hasta qué punto es racional gritarle Mercedes a una vaca con los cuernos afilados para dar muerte a toda sombra que se le anteponga. Mercedes es la sombra del diablo. Mercedes es Crudo Pimento mientras yo escucho «Mal, mal, mal» o como prefiero llamarlo ahora mismo: esta mierda que me está reventando la cabeza. Es difícil superar sus anteriores discos, pero cuando un triste juglar corretea haciendo sonar su flauta de camino a la Fuensanta te preguntas por qué cojones no lo estás haciendo tú manteando este disco. Luego recuerdas que tienes la cintura quebrá y no solo eso, estás escuchando Crudo Pimento puesto a speed, pero con el bajón. Te vuelve a subir, sube y sube, canción a canción. Vuelves a la tierra, que es Murcia, y todos los que piensan que es tierra de putas y gitanos no saben de qué coño le hablas. El colocón sigue subiendo, estamos en Ade Dui Damalla que a saber qué cojones significa, a saber, a saber qué dice esa gente que no sabe adonde va, que se sienten idiotas por no saber qué dicen, esa gente triste que no sabe por qué sufrir por no entender algo es síntoma de estulticia. Mal, mal, mal me va a hacer matar a mi gato que duerme plácidamente en su capazo, pero por violencia, por decirle algo, algo ofensivo a esa gente que no se sabe peinar. Existe, yo entiendo, existe una dicotomía entre lo que uno entiende a través de la palabra y a través del cuerpo. Se estudia, es cierto, se estudia a través de las ondas de baja frecuencia que nos hacen reaccionar a ciertos impulsos. Existe algo que no entendemos, que crea un desasosiego deseado. Y entonces bailas. Es fácil de entender, es música para bailar. ¿Por qué tratar de entender más? Joder estamos bailando, ¿hay un código, una razón? Es la expresión inherente al hombre a pesar de su ineptitud, solo existe el miedo al ridículo, a bailar, a no entender, a dejar de entender y dejarse llevar. Estoy completamente seguro de que esta noche no voy a dormir, no porque me aterroricen sus voces, que en cierto momento resultan hasta ridículas, pero llega a un punto en que lo ecléctico resulta excitante. ¿Electrónica, rap, voces distorsionadas? Sí, parece una estupidez incluso cuando suena un gutural. Una ida de olla que solo se explica desde la voracidad de la expresión, que no saber por dónde ha de salir, más bien –rectifico- que ha de salir por donde sea. Se entiende mejor yendo a la raíz de las cosas, porque no podemos engañarnos a estas alturas, Crudo Pimento se deja los huesos para ser la música tribal, ese baile tribal que antes mencionaba, la pulsión. ¿Arte? Decida usted, claro, no voy a decidir yo, pero sí le digo que esto es expresión pura y dura. El speed se fue hace tiempo, pero aun escuchando a Raúl Frutos gritando Jesus se me pone dura, y ojo, es 4:4. La tercera de este disco, la tercera en 4:4. Saltamos de adelante hacia atrás en la historia para buscar el compás adecuado.

Se está acabando este disco por tercera vez, Mercedes no quiere ni escucharme ni empitonarme. Me alienta, eso sí, a empitonar a alguien yo. ¡Lumbre! Joder, me ciega. Cuantas cosas hacemos arder, ¿esta crítica? Claro, qué voy a decir yo que no merezca la pena hacer arder. Crudo Pimento está catalogado como avant-garde y para mí es fuego, es rabia y es tierra, nuestra tierra. Estamos lejos de entender la música sin etiquetas, así que quitémosle la de avant-garde. Escuchemos. Con este disco de descartes se tiene la experiencia que se desea obtener. A pesar de ser el segundo disco de descartes mantiene una coherencia artística por encima del mejunje de estilos –y de etiquetas-. ¿Para qué ponerle etiquetas a esto? Estoy completamente ebrio y solo pienso en lo valiente que me sentiría encarando a la verdadera Mercedes, una vaca de 200 kgs con instinto asesino. Supongo que la intención no es promulgar esa barbarie, pero si hay algo verdaderamente auténtico en un disco de estas características es ensalzar, roja, negra, o blancamente una pulsión. El instinto crece aquí, en Mal, mal, mal. Témalo o déjese llevar.

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