Costus, Tino, SIDA y heroína

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En 1985, Costus exponía en el MOMA junto a los maestros del arte español contemporáneo en una muestra patrocinada por el Chase Manhattan Bank, que había adquirido una obra suya. No mucha gente sabe hoy quiénes fueron. Todo el mundo ha visto Pepi, Luci y Bom y otras chicas del montón con su inolvidable «Murciana eres una marrana» pero casi nadie recuerda a Enrique Naya y Juan Carrero, ni la casa que tenían alquilada en Malasaña, en la calle de La Palma: la Casa Las Costus. Enrique era gaditano y Juan de Palma de Mallorca y se pusieron el nombre en honor a las costureras. El destino ha hecho que, a pocos metros de la que fue su casa, viva hoy Sonia Navarro con sus máquinas de coser y sus telas. Se conocieron en la Escuela de Artes y Oficios de Cádiz y comenzaron un proyecto de arte colectivo único en aquel momento en España, con Franco vivo. Son tal vez la principal fuente de la estética de la Movida y por lógica de Almodóvar, una fuente de la que el director sigue bebiendo ya muertas las Costus. Un sello indeleble que marca aún hoy hasta a los personajes más ridículos y afectados que siguen viviendo de aquello, como Mario Vaquerizo. La fiebre de los ochenta capitalinos bebió insaciable en su extraño tardo-pop festivalero. Un exceso de colores en un refrito de imágenes del folclore hispano mezcladas con lo que de vez en cuando llegaba de Estados Unidos a través de las revistas para, mezclando todo, crear un estilo suyo, único.

Un cuadro de Costus es un cuadro de Costus y de nadie más. Eran unas mariconadas geniales en las que aparecían los actores de una gloriosa época evanescente. Todo les valía y todo les era permitido en aquel Madrid en el que hicieron un proyecto en la Casa de Vacas sobre el Valle de los Caídos en el que Tino Casal tenía un papel protagonista. Tino debía mucho a la imagen generada por las Costus. Había una comunión total cuando lo convirtieron en el héroe que, bandera roja en mano, encaraba el fúnebre monumento superando su tamaño y aplastando su mortecina fuerza con el rojo de su larga cabellera. Costus había convertido a Tino en el santo laico de la Movida. El de las Costus era un Madrid totalmente enfebrecido que en 1983 recibía a Andy Warhol para inaugurar  Pistolas, cuchillos y Cruces en Fernando Vijande. Lo llevaron a Toledo, le presentaron a Pitita Ridruejo y a la Preysler, lo fotografiaron con todos los actores de la Movida, aunque Almodóvar, en su Patty Diphusa, escribe que él solo quería hablar con las marquesas para venderles cuadros, cosa que, al parecer, no sucedió.

Demasiado pronto quizá, demasiado superficial la modernidad de aquella España. Fiestas, fiestas y más fiestas en las que casi nadie se acercaba a él porque casi nadie hablaba inglés. La de Hachuel fue mítica, como la de Manolo March. Miguel Bosé le pidió el retrato que aparece en la portada de Made in Spain. Cuenta la leyenda que firmó las tetas de alguna estrella de segunda… y se fue a Nueva York dejando un souvenir en el álbum de fotos de cada moderna de la capital. Eran los años en que la gente tomaba mucha más heroína que cocaína, con lo que las decadencias físicas fueron rápidas. El 30 de julio, Rock Hudson declaraba ante las cámaras que tenía SIDA. Duró hasta octubre del 85. Dio a conocer una pandemia que ya estaba devorando a una parte esencial de la Movida. Cuenta una leyenda poco sostenible que a España llegó en el séquito de Warhol pero lo cierto es que era algo ya global e imparable. Y atacó mortalmente a las Costus; Enrique Naya murió en 1989. La noche del 3 al 4 de junio Juan se suicidaba. Un año más tarde Tino Casal publicó Histeria, su último álbum. En el interior del disco había un retrato que Juan Maximiliano hizo a Costus, se llamaba Lágrimas sobre Tebas. A los pocos meses desaparecía Casal. Iba de copiloto en un Opel Corsa demasiado rápido y se estampó contra una farola junto al Puente de los Franceses. No llevaba cinturón de seguridad y su caja torácica se quebró aplastando sus órganos y destrozándolo por dentro. Murió, como no podía ser de otra forma, en el helicóptero que lo llevaba al hospital. Se había roto el músculo cardiaco. Se había roto el corazón.

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