El amor por la gente que ama la música
El contexto lo es todo. Si hablara de la idea sin tenerlo en cuenta pretendería ser un filósofo de mi tiempo y eso es un acto frívolo. Un concierto es un contexto, una pintura es un contexto, una fotografía también, yo soy un contexto. He pagado 20€ buscando un contexto, ni siquiera por el interés principal ni por el mío propio. Y buscándolo –pudiera haber sido que no– lo he encontrado. Se llama sinergia, o confluencia retroactiva de artes. Una foto y un texto van juntos. No es un complemento, es algo más, sobre todo cuando la foto se resiste a ser un vehículo de la palabra. “Una imagen vale más que mil palabras”. Eso es mentira, vale lo que el contexto le dicta. No hay absolutismo ni en uno ni en otro, pero hoy me abruma especialmente esta parte. Ella tiene miedo de sus fotos. Yo, no. Sé con certeza que el arte le corre por las venas. Comienza Blues Pills; me tira de la coleta y me hace daño. Es una llamada de atención. Soy yo el que debe hacerlo bien.
Elisa pide una cerveza. Ha sido para quitarse el sabor del bourbon que nos acabamos de tomar. Me cuenta que hace un año Elin Larsson hizo una mierda de concierto porque estaba afónica. Igual se saltó el ritual de beber un chupito antes de cantar para calentar la garganta. Elisa vive en una afonía eterna, así que supongo que no ha bebido para calmar los nervios, sino para poder gritarle a la rubia sueca que la ama con toda su alma y que le va a hacer una fotos tan sucias y sexuales que no será solo ella quien se plantee la heterosexualidad.
El amor por la música
Blues Pills con un solo LP, se ha ganado el respeto mundial de los revivalistas del blues-rock añejo e incluso de los bluesers reaccionarios. Es por ello que estamos aquí, recibiendo los latigazos en el pecho de la melena al viento de Larssen. Joder, si por venir, ha venido hasta mi ferretero, que en la tienda siempre tiene puesto a Melendi. Han metido unas 300 personas y el Garaje Beat Club está lleno, pero bueno, te puedes mover; la separación entre la gente es más o menos la misma que entre las piernas de Larssen o sus ojos. Tal y como se mueve empiezo a entender por qué Elisa fantasea con estar entre ellas. Yo por el momento sueño con escuchar la batería. Sé que está porque puedo verla (cosa extraña en un concierto), pero no puedo oírla (también cosa extraña en un concierto). Está excesivamente comprimida. Sin embargo, el bajo parece haber recuperado la importancia de otrora. Es rudo, sucio, está presente en todo, y a falta de batería, se agradece.
Podría convertir esta crónica en una comparativa: Janis, Jefferson, Hendrix… y probablemente no llegaríamos a ninguna conclusión. ¿Quieres saber a quiénes se parecen o quiénes son? Miro las fotos de Elisa y lo veo claro. Elin Larssen es una puñetera leona. Es la que sale a cazar y la que realmente reina en la sabana. Sus leones macho, los que deberían ser reyes, comen de lo que ella les trae. Tiene la sala completamente acorralada. Y a los que no alcance a morder en la yugular se irán malheridos. El león rey, Dorian Sorriaux (guitarra), tampoco se dedica a esperar a Elin. El azote técnico es brutal, pero ya ni eso. Este chaval, que debería imponerte vergüenza porque es más joven que tú y que yo, con talento natural ha descifrado las claves del blues, le ha puesto una careta hard rockera y kilos de polvo, óxido y presteza. Zack Anderson (bajo) es parte de la familia, ni es beta ni pretende ser alfa, es un tío que le ha dado el valor que se merece a su instrumento. De André Kvarnström –aunque solo tengo buenas palabras– no puedo hablar porque no lo oí. No sé si por mala sonorización del técnico del grupo o el de la sala. Lo que si oí fue una bola de graves bajo el escenario.
Hay un tío que no sé si salta de emoción o para poder verlos. Lo hace como un muelle. Arriba, abajo. Ningún gesto. Hay otro tío que ni se mueve. Está bajo el escenario, a la altura de las piernas de Elin Larssen. Es incómodo mirarlo. Joder, ¿a qué coño has venido? ¿Pero sabéis qué? Me causa la misma vergüenza la gente que ha venido aquí a medio-cantar y no doblarse la columna bailando cuando te están dando tres pares de motivos. NADIE mueve un músculo y al final del concierto todo el mundo habla de conciertazo y de pollas en vinagre. Joder, lo han dado todo. Si bien es cierto que tan solo el comienzo y el final han sido realmente apoteósicos, la parte meridional se remansó sin perder del todo la fuerza. Otra cosa que puede notarse es que Blues Pills, a pesar de esgrimir tablas y un espectáculo firme, necesita un segundo LP para redondear su sonido y no ser simplemente recuerdo de una época pasada. Pero joder, terminan de esa forma con Devil Man y se nos cierra la boca.
El desprecio por la gente que maltrata la música
Elisa sale agotada, sudada, eufórica. Parezca que acabe de subirse las bragas en el cuarto de baño y salga tras Elin con una distancia prudencial. Me enseña las fotos. Dice que está enamorada. Sonríe tanto que se refleja en la pantalla de su cámara. Se me vienen a la cabeza Madness Live! (la promotora) y cómo estuvimos a punto de no venir. Pedimos dos acreditaciones y nos dijeron que nos darían las dos. La misma semana del concierto nos escriben comunicándonos que lamentablemente solo nos dejan una: la de fotógrafo. Claro, tiene sentido, ¿no? ¿Qué prefieres, empresario? ¿Fotos gratis que actúen como publicidad rápida y de fácil consumo, o un texto con la mitad de alcance? Escribo para publicar estas pedazo de fotografías y para comunicaros este modus operandi que algunas veces pratican las promotoras que te cobran 23€ por un concierto e indirectamente alienan el trabajo de un periodista en publicista. Poco podemos hacer, somos medios web que hacen esto para aprender, formarse y por amor al arte. Nosotros escribimos de todo porque es una exigencia de nuestra profesión tener que escribir de cosas que no quieres escribir. Madness Live!, desde su parcela de poder, ha llegado a decirnos que como insistiéramos en saber si estábamos acreditados o no, nos las iban a denegar. Eso fue porque no especificaron si un redactor estaba acreditado para un concierto. Sin embargo ellos se permiten el lujo de hacer y deshacer en los plazos que les interesa y despreciarnos por ser «un medio web». Parcelas de poder. Pequeñas y ridículas parcelas de poder.
Lo que queda
Llevo un día sin dormir. Tengo insomnio. Tengo frío. Elisa no lleva ni abrigo. No quiere irse a dormir. Joder, he pagado 20€ por esto: por la música, por la fotografía, por el arte, por la sonrisa de Elisa. El contexto lo es todo.
Fotografías de Elisa Blanco