El camino desde el centro hasta Mariano de Rojas. He aprendido más de Murcia en ese trayecto que leyendo La Verdad. Esta puta ciudad tiene algo (todavía más) desalentador cuando te separas un poco de los focos del centro. Asier y yo cruzamos la avenida de la Libertad y llegamos a Ronda Norte y nos encontramos con esa avenida anacrónica y post apocalíptica. Al mismo tiempo. Nunca he sabido por qué. Tengo la sensación de que esta noche tampoco saldré de dudas. Cruzamos Miguel de Cervantes y vemos tres carteles. La secuencia es esta: MELENDI–BERTÍN OSBORNE–EL ARREBATO. Le digo a Asier que se dé cuenta de lo relativo que es todo, que, después de esos dos mendrugos, El Arrebato se antoja un Leonard Cohen con turbante y perilla mosquetera. Asier se parte el ojete. Llegamos a 12&Medio. Falta media hora para el concierto y no hay ni dios.
La calle está más muerta que Manuel Fraga. Menos mal que, a la altura de Sala B, junto al carromato de las pizzas, varios raperos hacen cola para el concierto de nosequé rapero. Le digo a Asier que creo que es el de Natos y Waor. Él dice: Ah, pues entonces son dos raperos…yo asiento, concentrándome en no parecer demasiado subnormal. Pasan varios raperos por delante nuestro y en mi cabeza se dibuja esta escena: pasan varios raperos y yo les corto el paso y les digo eh, máquinas, subíos esos pantalones y quitaos las gorras y pillad unos pantalones de vuestra talla y ellos me dicen nosequé y nos enzarzamos en una pelea y, de pronto, Mariano de Rojas se convierte en el Lower East Side y nosotros vamos a ver a los Ramones al CBGB y ellos van a ver a los negros a nosedónde y raro sería que no hubiera ya antidisturbios de camino. Asier me da un codazo y me dice que ya se oye música adentro. Asiento y me conciencio de que esta noche me voy a tener que esforzar para no parecer DEMASIADO subnormal y de que es imposible que pase lo de la pelea, porque ya nadie se pega hostias por la música.
Entramos. Proyecto Solaz: una teclista de la escuela Christina Rosenvinge –voz, entonación, joder, hasta esa dicción seductora-, un guitarrista y un bajista solventes que –me juego el cuello- son estudiantes de Magisterio, otro guitarrista que canta y que parece que acaba de llegar de una jam nocturna en Palm Desert pero que dice que no, que no, que ellos son de Almería. Y, en medio, el batería. El batería de Proyecto Solaz me encajaría en una banda de teen-punk californiano asqueroso, una banda de garaje escandinava o una banda de death-metal, también escandinava. Alto, delgado, con sus buenos brazacos de batería, rubio y con ese moñico que inventaron David Beckham y Brad Pitt y que Gareth Bale –en, quizá, su mayor aportación a la cultura mediterránea- trajo a los humanos. El caso es que tocan dos o tres canciones y pienso que sí, que el batería encaja. Es imposible no mirarle. Menudas hostias le mete a los tambores. Les pega como si quisiera ganar la III Guerra Mundial él solo. Proyecto Solaz son cinco bandas en una: una tira hacia el punk, otra hacia el stoner, otra hacia la psicodelia mediterránea, otras es EL pop y otra se acerca al sludge. Lo normal es que una de esas líneas acabe imponiéndose, pero espero que no. Lo mejor de Proyecto Solaz es precisamente eso: su batiburrillo de influencias resulta caótico y –a veces- obtuso, pero se entrevé cierta personalidad y cierta capacidad de emocionar. Y se trata de eso, pijo en dios.
Ha llegado Merka. Le pregunto cuánto vale la birra y me dice que dos pavos y medio. Noto cómo se me nubla la vista y me flaquean las piernas y…
Me despierto en la calle, sentado en la acera. Asier y Merka me abanican y me preguntan si estoy bien. Buscamos birra a precio de ser-que-lleva-toda-la-semana-ahorrando-pasta-para-pillar-algo-de-Betunizer. Llevo cinco días diciendo que Betunizer es una de esas bandas a las que hay que apoyar. Una banda por la que merece la pena cenar un yogur tres o cuatro noches seguidas. Creo que no he convencido a nadie. El caso es que tengo mis diez pavos en el bolsillo. Nadie nos vende una mísera lata y volvemos cabizbajos a la puerta de 12&Medio. Entramos. Me cruzo con el Belchi. Le digo que quiero pillarme una camiseta de Betunizer. Se produce este diálogo:
-Yo igual me pillo el vinilo, tío. Es que la camiseta, al final…
-Ya, yo me la pillaré porque no tengo tocadiscos…
-Pues invierte, cabrón…ahora que estás ahí en Piso 28 –dice, socarrón.
-Ya ves, tío, con la cantidad de pasta que sacamos…
Se ríe y se va. Como estoy concentrado en no parecer demasiado subnormal, no le digo la verdad. La verdad es que me ha dado por ser activista musical: voy a follarle la oreja a todo dios hasta que se siente a escuchar a ciertos grupos. Uno de esos grupos, claro, es Betunizer. Lo estoy viendo: me cruzo con alguien y me pregunta, sin saber la chapa que le espera, por qué cojones llevo a Camilo José Cela en el pecho junto a la palabra BETUNIZER. Madre mía. Los miembros de Arsenal suben al escenario. Me descubro a mí mismo frotándome las manos.
Arsenal suena a buena banda del Seattle de los 90. A veces tienden al metal a la Tool, pero lo mejor de su música aparece cuando se acuerdan de los dos primeros discos de Pavement. Ahí florece un sentido melódico que te coge la cabeza y te obliga a mirar a los lados, por si estuviera ahí la chica de tu vida. O algo así. Llevan casi tres años parados, y se nota. Suenan desajustados. A Arturo Latorre –cantante y guitarra- le falta voz cuando la banda pone toda la carne a asar. Y luego está lo del inglés: me es imposible sentirme identificado con una banda murciana que cante en inglés. Como dice Asier unas doscientas veces al día, no me representan. Con todo, un aplauso. Creo que esta es la banda-murciana-que-canta-en-inglés que más me creo. No sé. Rezuman un compromiso que me emociona. Respetuosos con lo que hacen y con sus particulares altares. Veremos.
Salimos. Yo estoy empezando a emocionarme. Muevo los hombros y canturreo ¡¡LA MILI ESTÁ DE VUELTA!! Le digo a Merka que algo se está haciendo muy mal cuando Asier, que es un oyente potencial de Betunizer, no se había enterado de su existencia hasta hace una semana. Seré honesto: noto cómo un chute de emoción pura me sube por la espalda y no me sale la palabra oyente. En su lugar, digo escuchante, escuchador y persona que escucha. No me está saliendo demasiado bien lo de no parecer subnormal.
Entramos. Me acerco al puesto de merchandising. José Guerrero está afinando la guitarra, pero, raudo, baja del escenario. Se le ilumina la cara. Dice: ¿Qué, una M? Me mira mejor y dice: No, una S, una S. Le doy las gracias y él cree que es por la transacción económica que acabamos de consumar, pero es por mucho más. En resumen, le doy las gracias por hacer de este puto mundo un sitio mejor. No se lo digo, porque igual me escucha y entonces me voy a venir arriba y no vamos a tener concierto ni nada. Me doy la vuelta y pienso que no me salen las cuentas si necesito invertir diez pavos para darle las gracias a cualquier ser humano al que admire. Entonces Marcos Junquera coge las baquetas y le da al ritmo quebrantatibias de Camilo José Shellac. Pablo Peiró le mira y cabalga ese rinoceronte con forma de bajo que tiene entre los brazos. Yo me cago en dios.
Llevamos tres canciones y, en un alarde de periodista profesional, le digo a Asier: ¡¡TÍO, TÍO, NO TE ENTRETENGAS CON LAS FOTOS, QUE SI SE MONTA UNA OLLA TENEMOS QUE METERNOS!! Creo que se lo he dicho unas cincuenta veces en los últimos dos minutos. Él asiente, estoico. Como siempre. Dice que le molaría entender lo que escupe José Guerrero, y que igual en disco…Yo niego con el dedo. Y, ¿sabes qué te digo? Que mola que las letras no se entiendan una mierda. Betunizer no es una banda para decir cosas rollo: ¡¡Ay, qué mordaz ha estado en esa polisemia, maese Guerrero!! Quiero decir: con esta banda, cualquier cosa que no sea bailar como un hijo de puta significa PERDER EL TIEMPO. Betunizer es emoción pura. Como Fugazi: Rabia, ansiedad, euforia, hartazgo.
Tengo delante a un tío mazadísimo. Su colega le empuja y él aprieta la mandíbula y le coge del pescuezo como si fuera un conejo. Cuando gira la cabeza intento sonreír, para que esté de mi lado en una futura guerra. Asier se me acerca y me dice que le parece la hostia encontrar una banda con tanta personalidad cuando parece que lo has descubierto todo. Yo le digo: ¡¡TÍO, TÍO, NO TE ENTRETENGAS CON LAS FOTOS, QUE SI SE MONTA UNA OLLA TENEMOS QUE METERNOS!! Suena Ford Carrillada. Marcos Junquera es un genio rítmico. Llevo un rato mirándole y no sé a qué puto ritmo mover los pies. Joder, joder. Recibo un empujón por detrás y empujo al mazadísimo y en mi cabeza aparece Frank Begbie gritando ¡¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!! y los puños vuelan y el mazadísimo va en son de paz (guerrera) y sonríe amenazante y José Guerrero se balancea y escupe esos haikus suyos que podrían ser declaraciones de guerra o epitafios o declaraciones de amor o ya no sé qué más porque no soy capaz de diferenciar nada que no sean piernas y hombros y cabezas. La canción termina. Estoy sudando como un cerdo. Betunizer es más que una apisonadora. Es una iglesia evangelista para blancos de clase obrera con zapatillas reventadas. Lo echamos todo.
Entonces suena Imagina que matas a Jota y yo me cojo la cabeza porque…porque es imposible escuchar esta canción y no pegar hostias, joder. JO-DER. Es imposible escuchar Te lo he dicho…VAS A SUFRIIIIIIIIR y no empujar a quien tengas más cerca. Aunque sea un mazadísimo que te podría matar con la fuerza de sus ventosidades. La canción termina y la banda desaparece y yo noto que mis piernas van a la suya y sigo saltando cuando Asier ya ha guardado su cámara.
Ya en la calle, le digo: Tío, es que ese título es perfecto. IMAGINA QUE MATAS A JOTA. Es curso acelerado de cómo matar. A Jota. Asier asiente. Aparece Merka. Volvemos al centro. A la altura de La Opinión le pregunto a Merka si sabe algo sobre los rumores de que este es el último Microsonidos. Dice que no, pero que, por lo visto, la movida va a cambiar. Dice que la sala arrastra unas pérdidas escandalosas. Le digo: Joder, tío, pero es que no todo puede ir de eso, ¿tú sabes el valor cultural que tiene traer a Betunizer a Murcia?
Asier y él sonríen tímidamente. Agachan la mirada. Entonces me doy cuenta de que dos matojos ruedan a lo ancho de Ronda Norte, esa avenida que no sé si es anacrónica o post apocalíptica.
Nadie dice nada.
Asier Ganuzaren argazkiak