Murcia, 7 de diciembre de 2016 (seguro que hasta te ha dado tiempo a pisar este agujero, cabrón)
Querido John Dwyer,
Esta no es otra citación al juzgado. Ningún vecino se ha vuelto a quejar por el ruido. Tendrás que agradecérselo a ese presidente de comunidad que puso aquel capítulo de Seinfeld en la última junta de vecinos y activó el protocolo Sonreír Mientras Se Levantan Los Brazos Y Se Encogen Los Hombros, aunque esa es otra historia. Tampoco soy tu antiguo casero de San Francisco. ¿Cómo va todo por Los Ángeles? Querido John, en realidad soy un fan.
Voy a dejar de decirte querido. No es necesario. Te quiero más que a la mayoría de personas que conozco. Me has provocado más espasmos de felicidad que casi nadie. He escuchado toda la música que has hecho y siempre termino abriendo los ojos y encontrándome el salón hecho un Dresde-1945. Lo normal sería salir a la escalera y pedir explicaciones con el puño en alto y la bata por la cintura, pero nunca lo hago. Nunca lo hago porque he sido yo, John, porque sacas lo mejor y lo peor de mí con tus canciones y ahora suena Grease 2 y veremos a ver si termino esta carta. Empecé a creer en eso de que la amistad son ciclos cuando un viernes por la noche puse Carrion Crawler/The Dream y nadie me ayudó a reventar a palos a los nazis. Te presto más atención que a mi madre. Estás en mi Primera División, tío, al lado de John Fante, Irvine Welsh, Hunter S. Thompson, Parquet Courts y Él mató a un policía motorizado. Puedes mirarles a los ojos. El caso, John, es que el otro día estaba hablando con un colega de nuestras mejores bandas del mundo –un ejercicio que hago constantemente porque, joder, a algo hay que agarrarse– y no te mencioné. Ya, tío, ya. Mi colega me espetó: ¿Y Thee Oh Sees? El caso es que me vi obligado a simular un ictus para cambiar de tema. Después de una semana en el hospital, agarré a mi colega por el pescuezo y le dije que claro, que Thee Oh Sees también.
Te escribo por eso, John. Voy detrás de ti, tío. Te persigo, pero corres demasiado. Mis días solo tienen 24 horas y tú no dejas de publicar música. Joder, has editado 33 discos en los últimos doce años, y no estoy contando epés ni directos. No te pido que te relajes. En realidad no sé qué te pido, John, quizá esto solo sea una llamada de auxilio. SOS, tío. Todavía estoy pillando aquella obra maestra que titulaste Floating Coffin (2013, Castle Face). ¿Por qué no te sientas en la hamaca y vas a ver a tus padres un domingo? Métele caña a Castle Face, descubre al próximo Ty Segall o el próximo lo que sea. No, no te relajes. Eres el puto John Dwyer. Tío, ¿por qué no matas de una puta vez a Thee Oh Sees? Llevas años deseándolo. Hazlo. Yo seguiré contigo. Joder, rayaré hasta ese álbum en el que dices que vas a meterle algo de distorsión a tus putas flatulencias. Escucho ese An Odd Entrances (2016, Castle Face) que acabas de editar y no entiendo una mierda. ¿A qué juegas? Me mola, tío, claro que me mola, pero no sé qué está pasando. A weird exits (2016, Castle Face) lo tengo más asimilado, y solo me estoy refiriendo a que sé que mola un capazo y que has vuelto a mearte en todos. Tampoco lo entiendo.
Ese mismo colega me vio este verano con una camiseta de Thee Oh Sees y hablamos de ti y le pregunté si había escuchado Mutilator defeated at last (2015, Castle Face), el que en aquel momento era tu último disco, y me dijo que no, que se había quedado en 2011. Bajó la cabeza al decirlo. Me costó la tarde y el bolsillo animarle. En eso has convertido a mi colega, cabrón, en un náufrago acomplejado que aún anda dándole vueltas a algo que para ti ya debe ser el Pleistoceno. Te confieso que yo voy por el mismo camino. No sé cuánto aguantaré. Yo qué sé, John, tío, tu música tiene todo lo que me flipa: garage, psicodelia, folk, punk, rabia, riesgo, emotividad, celebración de la vida, ciencia ficción, pantalones cortos recortados, ojos escapando de las órbitas, pies enloquecidos…Joder, si alguien me colocara una pistola en la sien y me obligara a definir la música que me mola en dos palabras, diría tu puto nombre. En fin, tío, supongo que solo soy un pobre ser humano miserable y efímero que se niega a aceptar la evidencia. Y ahora está sonando Maria Stacks. Te dejo, tío, tengo que volver a luchar contra esos putos nazis. Un abrazo.
Santini Rose