Emboscadas tropicales es el invento que Jesús Fictoria (Bosco) y Miguel Gallego (Koniré, María Dalegría) se han sacado de la manga para reinterpretar —«algo totalmente regurgitado de un refrito de una versión», en sus propias palabras— la afrosamba. Eminentemente a través de la improvisación, Fictoria y Gallego transitan por el jazz, el funk, la música cubana y sus raíces mediterráneas. Dice Jesús que a veces dejan de tocar simplemente porque la gente se ha ido hace un rato. Quedamos con ellos en Ítaca y nos hablan de cópulas musicales, de viajar a Brasil simplemente para soltar lastre y de cocer bandas a fuego lento en la era del clickbait.
¿Cuándo os conocisteis?
Miguel Gallego: Yo creo que en el Bigup! En el que tocamos juntos…
Jesús Fictoria: Murcia es una ciudad muy pequeña, y ya nos pasaba que amigos comunes decían que teníamos que conocernos. Y un día pues hablamos y quedamos para ensayar.
¿Desde el principio quedasteis para ensayar?
MG: Sí, no hubo una época en la que quedáramos para hablar. El gancho era que los dos sabíamos que el otro conocía música brasileña. Y eso aquí… ¿quién es el perro verde que toca samba y canta portugués de puta madre? ¿Jesús Fictoria? Hostias, pues tengo que ser su amigo. Somos cuatro gatos, ya te digo. Y luego también nos hemos ido descubriendo música, claro…
JF: Pero no hablábamos tanto, la historia era encontrarse y a tocar.
O sea, que el germen de vuestra amistad es básicamente la música brasileña.
JF: Sí. Luego tiramos por donde tiramos, pero sí. Al no tener mucho tiempo, decidimos venir a ensayar a Ítaca. Y se fue generando cierta expectación.
MG: Al poco de conocernos musicalmente caímos en que el Ítaca está siempre disponible para tocar. O en esa época, hace tres o cuatro años, lo estaba. Y nada, sobre la base de temas brasileños que yo sé y Jesús controla mucho, pues a tocar. Teníamos todas las semanas un hueco para hacer un show de una hora y media. Fue como una historia de amor: empiezas quedando para follar y al final quieres más. Te das cuenta de que eso es bonito y que molaría que creciera y que el repertorio fuera algo más elaborado y hacer algo con más poderío. Siempre estamos en esa vaina de intentar hacer algo más concreto, aunque el alma de nuestro feeling es la improvisación.
Y lleváis tres años ensayando aquí.
JF: Todo iba bien hasta que yo me fui a vivir a Alicante. Ahí se paró el flujo, que venía siendo muy frecuente. Pero bueno, van saliendo cosas. Siempre está esa cosa de la emboscada que era con respecto a nosotros mismos y a quienes vengan a vernos, porque había cantantes, músicos…
MG: Cuando se subía gente era maravilloso. Lelé Terol se subió algunas veces y pasaron cosas brutales. Javi Arnedo también…
¿Y pensáis formalizarlo un poco o la gracia de las Emboscadas es precisamente que sea así?
MG: Nos gustaría formalizarlo. Al final, cuando ves cosas que brillan, siempre quieres más. Ahora mismo no estamos en el espacio ni en el tiempo adecuados.
JF: Claro, formalizarlo significa echarle más horas, y no estamos teniendo ese tiempo. Tenemos muy claro que no queremos que se pierda esa célula. Estamos esperando a, cuando seamos mayores, irnos de gira. Cuando no tengamos responsabilidades.
MG: Eso hablábamos el otro día [risas].
Según la RAE, emboscada es «ocultación de una o varias personas en parte retirada para a tacar por sorpresa». ¿A quién vais a atacar vosotros?
MG: Al público.
JF: Al público, pero entre nosotros también.
MG: Sí, hay ciertas agresiones entre nosotros. Ataques de risa, intentar sorprender al otro, que yo creo que es una de las bases del feeling que tenemos…estamos continuamente bromeando musicalmente entre nosotros.
¿Por qué la afrosamba?
JF: La referencia más aceptada del término viene del disco Os afrosambas (1966, Forma) de Vinícius de Moraes y Baden Powell y es lo más acertado para lo que nosotros hacemos. Se habla de Brasil, pero Brasil es casi un continente. Lo que nos mueve es una sangre que tiene más que ver con la vibración africana. No tampoco la bossa nova, que al final es el género más comercial del antiguo Brasil…esto es otra cosa.
MG: Cuando decimos que hacemos música brasileña, mucha gente piensa que hacemos bossa nova. Y no, no hacemos nada de bossa nova. Hacemos improvisación sobre afrosamba.
JF: La afrosamba te lleva a una energía más vibrante. Que puede tener dinámicas, pero mueve una cosa más enérgica, el torrente de estar este y yo ahí en la cuerda floja. Él está haciendo un ritmo y yo estoy bailando encima o de pronto lo trunca y tengo que responder. Ahí, en ese fluir, surge la emboscada.
Antes
de conoceros, ¿cuál es vuestra historia con la música popular brasileña?
MG:
Cuando se te eriza el pelo oyendo esa música con 13 años, supongo que ahí surge
el amor. A esa edad se suele ser totalmente puro y ecléctico, y te gusta desde
el heavy hasta su opuesto, pero escuchas algo de música brasileña y alucinas.
Esa magia te lleva a intentar descubrir, a tocar, a aprender…Es cierto que el
contacto con esa música aquí es complicado. Jesús, por ejemplo, sí ha tenido un
acercamiento más directo.
JF: Geográficamente sí. Yo estuve viviendo en Lisboa y ahí tuve un contacto importante, hay brasileños en todas las esquinas. Pero el flechazo vino antes. Cuando llegué, a los 22 años, yo ya sabía cantar en portugués. En estos tiempos, uno puede bucear en la música sin tener que viajar, y yo ya había viajado interiormente. Luego fui a Brasil, pero yo ya había estado en el camino de la música brasileña. De hecho, el viaje a Brasil fue como para soltar una especie de lastre, para empezar a dedicarme a otra cosa. La fantasía se convirtió en realidad y me di cuenta de que ya lo tenía dentro y debía seguir adelante.
MG: A veces es mejor el Brasil interior que el Brasil exterior. Lo que ves allí y cómo consideran ellos su música…a veces te sorprende. Lo que estamos hablando, allí le gusta a gente de más de 60 años.
¿Consideráis que es una música vigente?
JF: Vigente está, pero es de minorías. Como tiene ese punto de improvisación, se zafa un poco de estilos, porque, aunque estamos partiendo de Brasil, nosotros no pactamos eso. Miguel conecta mucho con todo lo latino, por ejemplo.
MG: Claro, aunque cogiéramos un repertorio de temas concretos, trataríamos de destrozarlo.
JF: Bueno, algunos son nuestros.
MG: Claro, algunos son nuestros, y si hacemos una versión, lo que está claro es que nunca va a ser como la original. Queremos hacer algo totalmente regurgitado de un refrito de una versión que has escuchado antes.
Entonces sí hay hueco para seguir innovando, ¿no?
MG: Claro, si no, nos aburriríamos.
¿Qué hay pactado cuando empezáis a tocar?
MG: Hay temas pactados con un desarrollo estructural, pero de pronto puede haber una catarsis en medio. Cuanto más estemos en comunicación, más podemos irnos a otro lado. Eso es mágico. Con Jesús me pasa que tengo mucha comunicación.
¿Y tenéis claro adónde tenéis que llegar?
JF: Yo soy más clásico, o más cobarde, o tengo menos herramientas. Yo arranco y sé que él es capaz de subirse a cualquier viaje en el que yo me vaya. Cuando él transita, yo me siento menos capaz. Pero él es bestial en eso, no estás acostumbrado a encontrar a alguien así. Transitas por cualquier lugar y te sigue. En lugar de temblar, sonríe.
MG: Esa es la onda, sí. Cuando estás tocando algo predeterminado puedes no estar, pero aquí no te lo puedes permitir. Aquí somos dos, y si estamos pendientes constantemente de lo que va a pasar, tenemos que estar metidos en el presente absoluto. No podemos estar despistados.
¿Sentís
un desgaste emocional al terminar?
MG:
A mí me desgasta prepararme mentalmente antes de tocar. Es como cultivar un
personaje, como si fuera teatro. Eso requiere mucha habilidad, porque a veces
te notas impostado y te cagas en diez porque te gustaría estar siendo más
natural, por ejemplo.
JF: Hay que tener en cuenta que estamos en proceso de construcción. El primer día aparecimos con dos guitarras españolas. Y luego uno se trae la eléctrica, o probamos con los pedales…estamos definiendo un poco hacia dónde vamos.
MG: Hicimos un concierto en el que había, de pronto, 150 personas, y nosotros veníamos de hacer esto en Ítaca. Ese día sí que sentí el peso en el estómago. A mí me costó fluir.
JF: Para hacer lo que hacemos es muy importante la preparación, por ejemplo. Igual no siempre te funciona lo mismo para estar a gusto. Y luego, que los medios te acompañen: estar cómodo, escucharte…estamos aprendiendo.
¿Consideráis que las Emboscadas funcionarían con cualquier otra persona que no fuera uno de vosotros dos?
JF: No, no. Eso ha surgido entre nosotros dos.
Quinto Orden reivindica la evolución de la guitarra, ¿sentís algún tipo de arraigo con el instrumento?
MG: Absolutamente. Desde muy pequeño he tenido guitarra en casa y era mi máximo anhelo. En la pubertad ya fue obsesión.
JF: Sí, claro.
MG: Y luego, me pasa que, en cuanto a la guitarra, soy muy ecléctico. Lo he oído casi todo. No me cierro a nada: el heavy, el rock, el funk, me ha gustado Mano Negra, el flamenco me chifla, el jazz me chifla…
JF: Sin embargo, no mencionas la guitarra clásica.
MG: También me flipa.
JF: Yo ahí igual he viajado más que tú.
MG: Sí, y has estado en un círculo de músicos de guitarra clásica que te ha aportado cosas.
Hablamos de Brasil, pero, ¿están vuestras raíces mediterráneas en las Emboscadas?
JF: Indudablemente. Lo de Brasil es una etiqueta muy interesante, pero no es del todo honrada. Nosotros al final estamos aquí. Si yo me arranco con una tarantela, este me va a seguir.
MG: Lo interesante es lo que decía Jesús al principio. Estuvo allí y ya está. Si es que Brasil es interior. Lo importante es qué haces con eso, porque más puro que a ellos no te va a salir. Al final es una fusión.
JF: Claro, es que en Brasil la guitarra también es la reina. Para un guitarrista, meterse en la música brasileña es descubrir un universo de frutas y jugosos. Descubres una nueva forma de abordar el instrumento. Más allá de eso, es solo una parte. En ese bagaje ecléctico, Brasil es solo un punto más. A mí la guitarra me ha llevado a un punto de anclaje con lo folklórico. Porque la música moderna muy bien, muy sofisticada y muy bien, pero al final me acabo poniendo la cosa más rudimentaria que exista.
¿Cómo veis el futuro de Emboscadas Tropicales?
MG: Tenemos un deseo de darle continuidad y crecer. Es un poco quiero y no puedo, ahora mismo.
JF: Tampoco tenemos prisa.
MG: Estamos pensando que va a haber un momento muy potente en el que sea el momento para esto, y que nos va a conducir a…
JF: A Japón.
MG: A Japón, sí [risas]. Sí, pero es eso: tenemos la idea y la energía. No tenemos prisa. Llegará el momento de echarle horas y desarrollarlo.
La última: definid la forma de tocar del otro.
MG: Este es un cabrón [risas]. Yo odio a Jesús porque toca demasiado bien. Domina la música brasileña de una manera brutal, pero lo que más odio de él es que canta demasiado bien. Creo que jamás podré llegar a cómo toca la guitarra española. Lo admiro mucho. Luego, en cuestiones armónicas…es magistral. Sabe mucho más de lo que aparenta porque no da nada la brasa. No es un brasas. Hay mucha gente que cuanto más sabe, menos se le entiende, porque intenta demostrar todo el rato eso que sabe. Jesús es naturaleza.
JF: [risas].
MG: Es verdad: agua, fuego, viento, tierra…va muy a lo básico, y eso se agradece mucho.
JF: Por Dios, Miguel. A ver qué digo yo ahora. A parte de su agilidad y su capacidad de estar en ese presente inmediato, esa empatía. Tocas con él y sientes que no va por delante ni por detrás, que está contigo. Hay algo mágico que no tiene que ver con cómo toca él o cómo toco yo, y es lo complementarios que somos. Con él eres capaz de vibrar hacia donde quieras. A veces hay que bajarle también la energía, porque él puede llegar muy lejos. Hay momentos en que tira para arriba y yo siento que no llego. Prácticamente levita. Yo he encontrado con él la cópula musical, que hasta ahora no la había encontrado con nadie. Por eso a veces sobran palabras. Nuestros primeros encuentros eran 90% música y 10% hablar.
MG: Mientras no podamos formalizar nuestro matrimonio, seguiremos follando como demonios [risas].
Fotos del brioso Diego Montana.