Acabo de agarrar a Asier de las solapas. Él estaba contándome la historia de cuando el Madrid quiso fichar a Enrique Martín, y voy yo y le agarro de las solapas. Seguramente ha sido grosero, pero era necesario. Necesito saber qué cojones ha pasado esta noche. Se lo grito. Son las dos y estamos en la puerta de mi piso. Creo que la noche empezó con Asier y yo yendo a El Gallinero. Creo que tocaban El Mena y Nacho Casado. Creo que el plan era ir allí y después volver a Musik para la movida de Remo Persutti, Mad Mao y M76. Supongamos que ha sido así. De camino a La Merced, le conté a Asier que llevaba un día tonto. ¿Cohen?, me preguntó. Y sí, Cohen. Quién si no. Leonard era de la familia. Joder, me afectan estas cosas, crecí preguntándome por qué mi madre nunca le llamaba a la hora de comer. Y entonces le propuse a Asier, a mi gran y vascongado compadre, que brindáramos por Leonard.
Creo que nos plantamos en la barra de El Gallinero y confundimos centilitros con euros y conseguimos vino y brindamos en honor de Leonard mientras Asier volvía a jugar a Encuentra la relación de cualquier cosa con La Polla Records. El cabrón siempre gana. Entonces El Mena se puso de pie y rogó silencio. Como si lo necesitara, pensé. Creo que empezó a cantar y la mandíbula se me fue desencajando hasta que alguien me dijo que por favor, que si es que me había dejado la educación en casa. Entonces cerré la boca y miré a Asier y le vi negando con la cabeza. Cuando El Mena calló, Asier me dijo al oído: ¿Pero qué locura es esta? Yo no supe qué responderle, ni siquiera sé si hay que responder algo cuando tienes a tres metros de ti a semejante bestia. Tampoco sé si la bestia es El Mena o Antonio Mellado o Walter Matao: parece que el tío juega con tres identidades para repartir la carga de ser el mejor cantante de este puto país. Aquí y ahora. Tal cual.
Creo que se paseó por canciones gigantes y que tuve la sensación de que lo único que ha hecho Neil Young es escribir canciones para que él las cante. Me pregunté quién interpretaba mejor aquellas ideas. Entendí lo que eso significaba y me tuve que agarrar a una estantería. Vértigo. Creo que subió y susurró y aulló y se acordó de Hank Williams y que nos miramos unos a otros y reímos incómodos, inseguros, preguntándonos si esto estaba siendo grande y constatando poco a poco que sí, sí, que esto estaba siendo muy grande. Creo que oí a alguien al fondo del bar y que él levantó la voz como esos cantantes del Greenwich Village que solo pedían silencio por decir algo, porque sabían que a la hora de la verdad acabarían imponiéndose. Y creo que la cosa se quedó ahí. Fui a mear. Me miré en el espejo, supongo que buscando pruebas de que todo aquello era real. Al volver, descubrí a Asier pellizcándose. ¿Qué hacemos, tío? ¿Qué coño hacemos?, le pregunté. Creo que si hubiera tenido algo a mano lo habría arrojado contra la pared mientras hablaba. Él me contestó con otra pregunta: ¿Qué ha pasado? Me volví a encontrar sin respuesta.
Fuimos a Musik. Vimos a Remo Persutti. Creo que estuvo bien. Fue divertido y pasional. Después tocó Mad Mao. Al principio moló, incluso soltamos alguna carcajada. Después se fliparon. Alguien dijo: ¡Coño, un saxo! ¿Habéis escuchado a Pere Ubu? Y ya era tarde cuando todos gritamos que sí. La banda comenzó a sonar a arroz pegado y una nausea insoportable nos secuestró. Cuando terminaron, Asier y yo nos sentamos en un banco. Tío –disparó-, estos conciertos están guapos, pero hace un rato hemos visto algo muy gordo. Yo asentí. ¿Sabes lo que me apetece? –siguió– Pirarme a mi casa. Me gustaría irme a dormir y que eso fuera lo último que hubiera escuchado. Me taparía los oídos y cerraría los ojos y no dejaría que nada ni nadie me estropease esa sensación. Y yo le abracé. Entonces oímos esa voz de borracho demente que tiene Jota Chillerón cuando alguien le pone un micro delante. Pegamos un salto.
Sonó Abogao y escritor. Esta banda es tan primaria –tan fiesta pura– que el sonido mierdero de Musik importó un poco menos. Sí: M76 molan un capazo. Su música es la banda sonora de esa película que te flipa pero que nunca saldrá en ninguna lista de ninguna revista que no sea gratis. Rock and roll, garage, trazas noise, punk… seguir a esta banda se convierte en un acto militante: no son los mejores, pero es imposible no ir a muerte con su rollo. Esto es, lo que ves es lo que hay, aúlla Jota en Zagales salvajes. Pues eso.
…Y Osasuna dijo que Enrique Martín no se vendía, por cojones no se vendía. Asier se golpea la palma izquierda con el puño derecho al ritmo de las sílabas. POR CO-JO-NES.
Nos despedimos. Abro la puerta de mi piso. Sigo sin saber qué ha pasado esta noche. Me acuerdo del periodista que le dijo a Ransom Stoddard que aquello era el Oeste. Qué bueno: Esto es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se convierte en hecho, se imprime la leyenda. Sí, eso sí lo tengo claro.
Asier Ganuzaren argazkiak