LA MAR DE MÚSICAS 2023: Recuerdo ver el mar, pero nunca llegar al suelo.

Tengo un amigo que tiene un amigo que todos los años me ve sobre el montículo tras el castillo árabe durante el último concierto del festival y me dice: hermano, ¿quieres algo? Luego asevera: ve al bar X que ahí está LA FIESTA. Luego le pregunto cómo se llega  y me dice el nombre de la calle y poco más. Si lo buscas en internet no lo encuentras. Si preguntas, nadie lo sabe. Un año di con él, pero habían bajado la persiana, no cabía más gente,  y al otro… a Diego le dio miedo ir. Miedo de ver mandíbulas desencajadas. En Cartagena puedes ir a pocos sitios. Pablo de Karmacadabra me dice todos los años: tío, para una cosa buena que tenemos al año, ¿cómo no vamos a venir? Luego escuchas a barrigas verdes en el concierto de Arde Bogotá diciendo que Cartagena es una mierda y también ves allí a centenares de cartageneros por puro chovinismo. Es cierto que Cartagena es una ciudad a la francesa: a partir de las once de la noche no hay nada que hacer. Pero entre el WARMUP y La Mar de Músicas, me quedo con la concejalía de cultura de Cartagena, que aunque tenga menos dinero, no regala su ciudad, la ofrece y la cuida. 

Me gustaría ir al grano porque puede ser lo último que escriba. Esta crónica la hago por Diego Montana, mi hermano. No hay nada más divertido que ir a conciertos con él. Somos un tándem: yo lo lío, él pone pegas, yo dudo y luego lo pasamos bien. Mientras anoto cosas en un cuaderno con la letra torcida, él se me acerca con una cerveza y una empanadilla y suelta comentarios pretendidamente garrulos que luego vertebran estas crónicas. No es solo el mejor fotógrafo de conciertos que existe, sino un demiurgo de lo absurdo que nutre cada palabra que aquí deposito. Desde hace tres años tenemos la misma conversación: Javi, escribe ya la puta crónica que pueda subir las fotos. Cada día que pasa desde el último concierto tiene menos sentido escribir. ¿Para qué? Ya lo vivimos, esa era la idea. Se dispara por llegar a este fin, el de la publicación, pero tras años de frustración por no alcanzar cierto éxito o lugar periodístico, uno se da cuenta de que lo que llena no es eso. Es por ello que este año, habiendo despertado, me asole un miedo atroz: no volver a vivir estos momentos que durante 8 años me han hecho crecer tanto. Abordar una crónica con Diego es generar un hecho feliz sobre una mentira. ¿A quién le importa nuestra opinión sobre Jacobo Serra? ¿Y las fotos de su banda sobre un escenario de Cartagena en 2023? A nosotros y a cuatro más que se crucen en el cuento. Y esto es lo más parecido a la creación que se me ocurre. De la más absoluta nada hacer algo -¿bello?- que perdure en lo que vamos muriendo. No sé cómo explicarlo. Lo siento.

Hubo un año que lo pasamos en Jumilla montando conciertos. Nuestro jefe era un negrero hijo de puta con la barriga de tres hombres y la cara de un tomate apuñalado. Era tan racista que al colombiano le decía moro y al moro negro. Se rascaba los huevos y para cenar pedía carne para 10 en una mesa de 7. Teníamos el menú del día pagado en un bar llamado “El Paraíso”. Ahí Diego probó por primera vez el gazpacho a sus 32 años. Vivíamos tal grado de extenuación montando estructuras de hierro a cien grados, que hasta masticar era un reto. El dolor une; sin más remedio. Diego encontró un hueco para echar un polvo. Los demás, seguimos sufriendo, pero al menos podíamos alegrarnos por alguien. También le hicimos un Tinder a John, el moro que era colombiano, y… bueno, ese día Diego iluminó con un cañón de seguimiento a Pasión Vega. Algún idiota se olvidó de desenrollar por completo el cable del aparato y en mitad del concierto la instalación eléctrica se fue a la verga. Siempre recordaré el pánico saliendo de su cuerpo: ¿qué he hecho? Nada, Diego. La culpa fue mía por llevarte allí.

En La Mar de Músicas de este año, Ruto Neón está actuando sobre el solarium que le han montado a las bandas murcianas junto al puerto. Igual ya hay demasiadas. Poco se habla de la cantera de músicos murciana. Poco, ¿eh? Pues es verdad, hostia. Hay muchísima gente creyendo que puede tocar en un escenario que no esté al puro sol a las 19h en julio, pero mira, sigue habiendo esperanza, y si no, ya sabes que te puedes ir a recoger melones al campo de Cartagena. El tipo que ha creado esta banda se llama Bruno, se ha peliteñido de rosa y… es nuestro amigo. Bueno, ¿digo lo malo o lo bueno? Lo bueno, ¿no? Es mi colega. No quiero que se enfade. Además, así le echo una mano. Pensar así es muy común. En el “prejuicio hacia” reside la conducta de uno. Solo puedo decir que Bruno es uno de los músicos más talentosos en activo y que menospreciar su música es una pérdida de tiempo para todos. Hace algo que yo no he visto jamás. Absorbe nueve veces más rápido las proteínas de la carne que un ser humano común. Esto es que cuando uno decide estudiar matemáticas en 5 años, Bruno en seis meses ya ha presentado la tésis doctoral. Me jode enormemente decir esto porque yo toco un instrumento y jamás entenderé la música a tan bajo nivel como lo hace él. Recuerdo cuando lideraba The Meatpies que sus haters me decían: es que es un copión, hace lo mismo que los Beatles. Venga, por favor, como si hacer punk fuera novedoso. ¿Hay más de una decena de proyectos musicales innovando transversalmente en la música? ¿Es que nos hemos vuelto gilipollas? Este tío está en continuo cambio y todo lo que aprende deja un poso que nutre su universo musical. Y así va a ser hasta que se muera. Pocos músicos pueden decir eso. Ruto Neón es solo una evolución más de las que todavía quedan, y es alucinante cómo un tipo solo con un baterista puede generar una riqueza sonora tan grande. Todo lo que suena, aunque sea sobre dos míseros acordes, tiene muchísimos estratos. Soy un viejo y siempre digo lo mismo, si puedes defender una canción con una guitarra, la canción es buena, y las de Bruno te podrían hacer mucha gracia, pero cuando las rellena de su psycho low fi te mojan esa parte del culo que sube a la espalda. También tocó All Eyes On Me, de Bo Burnham. Esto me lo dijo Diego, yo de YouTubers no sé. Al final, apareció él mismo, el Bruno que conocemos. Se tiró al agua con calcetines. No pensaba hacerlo, pero n’importe quoi

No sé si tengo que escribir de algo más, de algo que me importe lo más mínimo. ¿Quién coño lee a alguien por rigor? ¿A quién coño le importó ver la fantochada que hizo Califato ¾? Una rave en el auditorio Paco Martín. Pos venga. Fiesta. De la negruzca. Somos tan modernos que hasta la peste es perfume. Hay límites que la gente quiere tocar. Una tierra plana, algo que contradiga las esferas de Carl Sagan. A mí me subliveyan las cúpulas celestes, pero un diálogo de un terraplanista con Lola Flores en lo alto en una especie de homenaje que parece más un especial de los Morancos Nochevieja, no. Solo veo la luz que se cuela a través de las rejas de la alcantarilla. Apología del after, la raya desencajá abanderada por el folk cani. Ese sobeteo apropiador es como la mano negra y húmeda del yonki que deja pastoso todo el auditorio. Pero, ¿y qué más da que piense esto? Tienen a mil personas en pie. Incluso cuando alguien de las 7 putas personas que están figurando sin corresponder lo oído con lo visto, sí ha decidido tocar. Alguien con una guitarra flamenca se atreve con una soleá a pelo, tan a pelo que hasta un manco se llevaría las manos a la cabeza para atravesarse con un meñique el tímpano. Y luego Carlangas. Eso sí que moló y no este mojito hecho de cachaça de bañera. Diego me dice: Javi, mételes caña, di la gran mierda que ha sido, pero siempre da miedo hacerlo.

Para ser honestos con Eugenio, el director de toda esta aventura, un hombre que siempre ha confiado en mí para escribir incluso diciendo lo que verdaderamente pienso, creo que debo dedicarle algunas palabras, aunque sean pocas, a Susana Baca, a Ruth Mahogany, a Jacobo Serra, a Silvana Estrada, Arde Bogotá, Lisa Leblanc, en fin, todo aquello que tuve el honor de ver y que sirven de guía para contar lo que se vive en Cartagena estos días de festival. Pero lo haré a a modo de telegrama:

SUSANA BACA Diego: acho, la paya coge letras de aquí y de allá, pero lo que es sentarse a escribir… Javi: Gracias por concebir el ritmo como algo más que el 4:4 occidental. 
RUTH MAHOGANY Hay un yonqui en la plaza del Ayuntamiento que solo baila cuando el concierto es bueno, y está bailando.
SILVANA ESTRADA Son jarocho blandito. Abusa de la bajadita melismática. No sé a qué canta, si a amigos, novias o al pueblo. Es una genialidad. Diego: Acaba de rimar camino con destino? Vete a la mierda…
LE DIABLE A CINQ Son demasiado guapos como para ser buenos.
JACOBO SERRA Es el Rufus Wainwright español, aunque vamos a palabra por estrofa.
ARDE BOGOTÁ Abren demasiado las piernas.
LISA LEBLANC Tablas, puras tablas. Una mujer capaz de todo.

Hoy es 2 de julio de 2024. Y releo junto a vosotros esto que escribí hace un año. Me doy cuenta de que este festival es tan especial para mí, para todos los que lo viven, es una cosa tan magnífica que hasta el peor concierto siempre será una experiencia inolvidable. Hace un año soñé que me caía por el auditorio Paco Martín hacia abajo. Recuerdo ver el mar, pero nunca llegar al suelo.

Fotografía de Diego Montana

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