Kandance Springs lleva bragas y Céu no [La Mar de Músicas 2017]

Es lunes, y es verano, pero es lunes. No todo el mundo anda desocupado. Como cada lunes de cada verano se me hiela la sangre. La gente los odia porque va a trabajar, pero el 30% de población inactiva restante lo hace porque no tiene ninguna tarea obligatoria más que lamentarse de ser un perdedor. Algo así me pasa. Me levanto temprano por la inercia de los días cotizados, desayuno, y caigo en depresión. Es una putada porque el hecho de haber madrugado me otorga largas horas hasta la siesta en la que no puedo dormir por un brote de taquicardias. «Ve y búscate un trabajo». Dice mi amiga Sara que en el chiringuito Pata Palo necesitan camareros. A ver… yo ya tengo un oficio y una educación que me impide aceptar un trabajo que no se asemeje a mi cualificación. Aunque supongo que cuando se me acaben los ahorros mi visión clasista cambiará. Me gustaría ser como mi cantante Laura. Me ha acompañado a ver a Kandance Springs. Además canta en una orquesta cutre y gana un buen jornal. También me gustaría ser como el batería y contrabajista del grupo que lleva Springs. Aunque luego me doy cuenta de lo que realmente quiero hacer es escribir, subsistir durante un tiempo para tomar mi libertad creativa y no tener que fingir risas o una ceguera con un parche en el ojo y un loro en el hombro.

Me gusta el cuartel de artillería. Me imagino un polvorín bajo un cielo encapotado mientras las avionetas soviéticas sobrevuelan el cielo. –Pero mi capitán, ¿cómo tomaremos la ciudad? –Teniente, ¿de qué vive el hombre? –¿De la religión? –No. Algo más tangible. –¿Del sexo? –NO. A ver, algo que puedes tocar, ver y tomar. –Ahhh, ¡del vino! –¡Del grano, imbécil! –¿Quiere decir que cortemos su abastecimiento alimentario? –En efecto. –Pero la población morirá. –La población siempre muere, teniente. –Pero, pero… señor, hemos localizado la posición de su único almacén de artillería. ¿No deberíamos bombardearlo? –Oh… bueno, ¡pero luego nos comeremos su grano!

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Según mi amigo Medina, oficial del ejército de tierra, aquí no pasan cosas «tan» excitantes. En los patios de armas solo se forma y desfila. Disciplina de hace más de 100 años cuando aún se combatía en formación. Kandance va embutida en un traje de camuflaje. Quizá para mimetizarse, no sé, pero me parece apropiado aunque pienso en los militares mirando atónitos a gente vistiendo así pudiendo no tener que hacerlo. Kandance También está loca, como todos los militares –lo sé porque están dispuestos a morir por un miserable como tú–. No acaba una canción sin tocar unos segundos del principio de otra completamente distinta para luego reírse de forma histriónica sin que nadie le siga la broma. Me atemoriza pensar y saber con total certeza que seguramente un porcentaje muy superior al que espero de los militares del ejército español ame a su población civil tanto como para dar un golpe de estado. Me veo a Kandance bajando del escenario, llenando de pólvora uno de los cañones expuestos y sacrificándonos a nosotros, los pobres desoficiados, para purgar el orden político que viene a representar La Mar de músicas. Lo bueno es que los soldados de ahora son unos maricones sin agallas ni resistencia por no haber tenido la formación de la promoción anterior, o la anterior, o la ant… Vamos, hijos de la democracia ablandados por la intromisión de la vida civil (ministros nombrando altos mandos) en la militar. Un modelo similar de soldado que ya no sabe lo que es el verdadero sufrimiento u obligar a una cabra a beber cerveza, son su bajista y su baterista. Yo, si tengo que enfrentarme a alguien, mejor me los dejo en casa. Hay una falta total de armonía. No desfilan en orden, no hay disciplina. Es tan anodino que asusta. De hecho, cuando acabó el concierto nos agazapamos en las gradas y escuchamos cómo ellos dos hablaban en privado y decían: «Joder tío, qué aburrimiento, otra vez hemos hecho la misma puta mierda de siempre». Eso sí, cuando Tejero alza la pistola y pega 3 tiros, hasta Carrillo se echa al suelo. Springs tiene una personalidad propia soleando al piano. No así acompañando a su propia voz ni a sus pre-desertores soldados rasos. Cuando sale de la trinchera dispara notas a un ritmo frenético con unos cambios de intensidad y tonalidad dignos de un Monk hechizado por la velocidad. Una maravilla por la que mereció aguantar el resto del fogueo.


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CÉU

Esta chica es todo sensualidad. Recuerdo que las únicas veces que he mencionado el sexo en mis crónicas ha sido hablando de hombres. Pensará entonces el lector que soy homosexual. Puede. Recuerdo haberlo hecho porque los personajes principales me lo pedían a gritos bajándose la bragueta. «Cómete esta polla, hijo de puta. Eres un cerdo vicioso, ¡dilo, eres un maldito comepollas!». El diálogo interno no siempre lleva a buen puerto pero a veces sí a acabar con una figurada boca llena de semen. Me gusta. La cuestión es que no sería capaz de hacerlo con una mujer. Me siento cohibido. Tan solo he hablado de una vagina ensalzando su papel de madre naturaleza en otro diálogo interno necesario. Pues bien, no escribiría esa primera frase que introduce el párrafo. Lo primero, porque no lo pienso, y segundo y más importante, porque la sociedad machista me reprime –pobrecito Javi–. ¿Qué se espera de mí? Dice Santini que arreglar enchufes. Supongo que también matar ratas con una escopeta de perdigones después de haber cavado unos cuantos caballones. Fuerza y destreza. Quizá espere tener un trabajo, un coche o humor. Bah. No quiero, está claro, enfrentarme a unos seres desagradables por convención social, por una exigencia puesta en mi sexo, pero tampoco espero que se me permita hablar de penes sin hablar de vaginas, porque en suma, progre lector, es lo mismo.


Esta chica –Céu– es todo sensualidad. Dice el Medina que no lleva bragas. No sé de qué coño está hablando. «Fran, no lleva bragas la muy provocadora». Igual dijo guarra. «Brbrbrbrbrbrrrbrrrrbrrrr, como me suba al escenario…». El Medina no podía parar de aplaudir. El concierto le estaba gustando mucho, pero le es inevitable hacer comentarios de capullo. Oh, malvada sociedad. Bueno, en parte sí. Oh, malvada enseñanza castrense. Ni deja de tener la culpa ni la tiene. Objetivamente le gusta; le gusta la música. No para de preguntarme cosas: «Se escucha que te cagas el bajo, ¿cómo lo hacen?». Le explico el proceso técnico e inmediatamente me pregunta: «Hostia, esa guitarra cómo es posible que suene doble?». Le digo que además de ser un gran guitarrista sabe cómo utilizar el delay y en ese tema en concreto lo usa para simular un instrumento de doble cuerda además de doblado armónicamente. «Pero tío, ¿canta bien no? O sea, tú eres el crítico, pero canta que te cagas». –No lo sé, Medina– le digo. Es cierto que no lo sé. Céu tiene algo especial. No es una gran voz, pero se desplaza en una ligerísima experimentación que le viene muy dada de su propio folclore y añade esa elegancia y esa presunta sensualidad de la que luego me hablarían varias personas más. Rítmicamente brutal. Percusiones complejas en temas aparentemente planos y una electrónica que adereza sencilla, sutil y dulcemente como pasas una ensalada. Tras haber escuchado su material discográfico vinimos sin esperar pinchar nada y nos llevamos a la boca el tenedor lleno. Céu gana en directo y gusta tanto a bailongos como a estáticos críticos.


«Bua, ¿llevaba bragas?». Le repito que es imposible saberlo y que efectivamente el modelito se prestaba a duda. Sensualidad. ¿Qué importa eso? Le he estado dando algunas vueltas porque varias personas me lo han dicho. El Medina pregunta que si lleva bragas y ella lleva una falda con dos rajas a la altura de la cintura. También se contoneaba de forma sensual y simuló algún gemido con la voz. ¿Pretendía provocar? Ni lo creo ni lo juzgo, de hecho opino que es imposible de saber. Seguro que habéis pensado que si alguien «se arregla» es porque está seguro de sí mismo y el que «se deja» tiene baja la autoestima. Y los que no habéis pensado eso posiblemente creeréis que el que «se arregla» es porque necesita reforzar su personalidad a través del físico y el que «se deja» está tan seguro de sí mismo que no le importa lo que piense el resto. Pues pienses lo que pienses tienes las mismas posibilidades de acertar que de equivocarte. Así que en cualquier caso teorizar sobre esto se vuelve tan fútil como innecesario. Quizá lo que sí tenga algo de chicha sea analizar a los que dicen que vestir provocativamente es de feministas valientes.

Más culto, más sabio. Más progresista, más listo. La sociedad nos caza y acaba con nuestro individuo interno. Me irrita el Medina al preguntarme tanto por su ropa interior, pero me irrita más la gente que fue a hacerse una foto a la puerta del Batel el domingo pasado. Porque toda esa gente juzga al Medina por ser machista cuando solo dicen «He ido al concierto DE ROSALÍA». Porque esa gente no sabe que el Medina ha aprendido y ha querido aprender de una materia desconocida, y que su conducta es un simple enjuague utilizado a fuerza en sus años de academia militar junto a sus compañeros. Me pregunto si ahora podría empezar de cero la crónica y decir: «No sé si Céu llevaba bragas». Creo que pasarán años hasta que no haya un gilipollas ofendido; porque un hombre sexualizando a un hombre es divertido, pero un hombre sexualizando a una mujer es retrógrado y ofensivo. Me gustaría que se comprendiera la equiparación de sexos. Que los falos y las vulvas fueran solo genitales. El periodismo utiliza símiles todo el tiempo. Mirad el fútbol y su belicismo. «El cancerbero atajó el disparo que iba hacia la escuadra como un misil». Hay idiomas poéticos. Eso mismo puede decirse como: «Entró por donde duermen las golondrinas». Uno que no recuerdo –rigor periodístico, oiga–, para decir que recuerdas algo, habla de decorar, porque un cabeza es una casa, un espacio vital hecho a tu imagen. No decoro. No lo recuerdo, no colgué ese cuadro en la pared. Añadir sexo a un texto es otro modo de poetizarlo. Quizá habría estado bien empezar hablando de si Céu llevaba o no bragas por poca poesía que tenga, pero es que eso no es lo realmente importante y sí lo es precisamente el manejo de las formas, la metáfora y el juego figurativo, el que decora un texto que finalmente, días más tarde, puedas recordar.

Tengo un colega que dice que en su país echarle piropos a las mujeres está bien visto y ellas no se ofenden. Dice cosas como: «Ay mami, qué rica tú estás, te lo comía to». El otro día LaVerdad publicaba una crónica sobre el concierto de Rosalía y Refree con un 70% del texto dedicado a hablar de los zapatos, el vestido, el Instagram y lo que desayuna Rosalía. Si has entrado aquí es porque pone bragas y si LaVerdad publica ese texto es porque asume que eres imbécil, que lo importante de veras es si una mujer lleva o no uñas de gel, si una mujer lleva o no bragas. En tu país está bien visto comerle el coño a una mujer que salía a trabajar. Relativiza si quieres, pero ¿esta crónica se diferencia en algo? No sé, escarbemos, porque quizá solo estemos viendo el dedo.

Así iba vestida Céu. Igual no es para tanto. Igual importa una mierda.

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